Alejandro Amenábar vuelve a la gran pantalla con El Cautivo, una película que rescata un episodio poco conocido de Miguel de Cervantes, sus años de prisión en Argel
Alejandro Amenábar lo ha vuelto a hacer, ha conseguido trasladar al espectador a otra época y sumergirle de lleno en la historia. Esta vez hemos viajado hasta 1575 acompañando a un joven Miguel de Cervantes encerrado en Argel.
Allí, descubrimos a un hombre que todavía no es el genio universal que conocemos hoy en día, sino un soldado con el brazo herido atrapado en un lugar extraño y hostil. El encierro no se muestra solo como un castigo físico sino como un viaje interior. Se muestra el miedo, la esperanza de escapar y la necesidad de imaginar historias para sentirse un poco más libre.
Julio Peña da vida a este joven Cervantes vulnerable y lleno de matices que muestra a la perfección en esa lucha interna por no perderse a sí mismo en medio del encierro. Por otro lado, tenemos a Alessandro Borghi interpretando a Hasán Bajá, el bajá de Argel que lo tiene cautivo. La relación entre ambos personajes, uno de los motores clave de la película, oscila entre la desconfianza, la atracción y un constante juego de poder. También destaca la interpretación exquisita de Miguel Rellán como Antonio de Sosa.
Entre realidad y ficción
Amenábar se mueve continuamente entre lo histórico y la ficción, y no le tiene miedo a plantear preguntas incómodas al espectador: ¿qué define a una persona sin libertad?, ¿qué papel juega la fe en el ser humano?, ¿es la imaginación un refugio seguro en los momentos de vulnerabilidad? Visualmente, el filme destaca por una recreación magnífica del Argel del siglo XVI.
Con El Cautivo, Amenábar no busca ofrecer respuestas cerradas. Sino que invita a reflexionar al espectador sobre lo que conocemos (o no) de los grandes referentes como es Miguel de Cervantes. La película no es un biopic de Cervantes, sino un recordatorio de su persona que, antes de genio, fue humano.