Antesala de los Oscar: Dunkerque

Natalia Sánchez ||Fotos: Warner Bros. Pictures

Desde antes de su estreno ya se estilaba como una de las favoritas para la temporada de premios, y aunque no se esté alzando con muchos, en esta edición de los Oscar ‘Dunkerque’ parte con 8 nominaciones: mejor película, mejor dirección, mejor banda sonora, mejor fotografía, mejor diseño de producción, mejor sonido, mejor edición de sonido y mejor montaje.

Parece que Christopher Nolan nos dice ‘pase, siéntase y viva’. Atendemos casi en tiempo real como otros testigos más a este hecho histórico.

Muy recomendable esta película sobre la Batalla de Dunkerque acontecida el 26 de mayo de 1940, considerada decisiva en la 2ª Guerra Mundial y para el futuro de nuestra historia. Francia fue ocupada por los alemanes y en la ciudad francesa de Dunkerque quedaron atrapados en la playa cerca de 400.000 soldados franceses, británicos y belgas con el mar cortándoles el paso y siendo cada vez más acorralados por los alemanes. Finalmente, los héroes fueron civiles con sus propias embarcaciones que fueron a rescatarlos, consiguiendo salvar a 300.000 soldados, fue conocido como el milagro de Dunkerque.

Admiro y amo toda su filmografía, y para mí todas sus innovaciones son una gran virtud. Esta vez nos trae una historia bélica de las grandes, pero contada de forma diferente, casi muda y casi documental. En este tipo de historias estamos acostumbrados a que nos presenten a los personajes, enseñándonos qué es lo que les espera en casa. Aquí lo único que se muestra de los personajes son su lucha por la supervivencia, vemos lo mejor y lo peor de cada uno. Tampoco estamos en sus cabezas, ni vemos flashbacks de sus amadas y familias, no conocemos su pasado ni lo que se les pasa por la cabeza, somos otro soldado más con la muerte en los talones. Es otra manera de contarlo, que jamás se había hecho, ni mejor ni peor, diferente. Ni si quiera se molesta en explicarnos con detalle de qué se trata, tan solo un par de líneas contando muy generalmente y por encima los hechos, y de repente ya estamos allí, corriendo con esos soldados, escapando, escondiéndonos, gritando de dolor, haciendo escaramuzas para sobrevivir y pasando miedo en silencio.

Los escasos diálogos son un acierto para causar tensión y nerviosismo, que junto a la maravillosa banda sonora de Hans Zimmer (siempre justa en su medida), se incrementa. El soundtrack es inquietante, psicodélico, intenso, atronador, nos acelera y no nos deja descanso, incluso nos hace dar algún que otro respingo… un torbellino, destacaría la pista Supermarine.  La forma en que está rodada es genial, Nolan ha estudiado a fondo las películas clásicas mudas para saber cómo repartir a los protagonistas en el espacio para poder crear las diferentes emociones, sobre todo el suspense a través de los detalles, que sin duda, consigue.

Otra de las virtudes de esta película son los escasos efectos especiales usados, y eso se nota, se usaron verdaderos destructores navales, explosiones y han trabajado más de 1.500 especialistas, lo que le da aún más realismo y consigue meterme más en la historia.

Como decía, Nolan no necesita diálogos ni palabras para expresarnos la angustia entre tierra, mar y aire, las imágenes son las que hablan. Y por cierto, brava esa idea de la amenaza de los alemanes que no vemos, pero sentimos que los tenemos detrás todo el tiempo. Las tres situaciones que se nos presentan entre el mar, el aire y la tierra cada vez van estrechándose más, hasta que se unen, de manera magistral, al igual que la ingeniosa utilización de las líneas temporales.

La fotografía es preciosa, verídica y real, al igual que los actores (tanto conocidos como no conocidos, grandes trabajos), que más que actuar, viven y nos hacen vivir con ellos su dolor, ansiedad, nostalgia, miedo, alegría y muerte sin necesidad de palabras.

Nolan nos presenta su más sencilla película aunque de atrevida estructura narrativa con un alarde técnico increíble. Sangra sinceridad y verdad en cada fotograma y te mantiene en vilo durante todo el relato sin necesidad de mucho, más bien por su incorporeidad y sensación etérea, invisible.

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