Recordando Cinema Paradiso

Natalia Sánchez

En esta época del año en la que las galas de premios se suceden y todo el mundo habla de cine, me ha venido a la mente una película que precisamente es cine en sí misma, por todos los recovecos… Cinema Paradiso de Guiseppe Tornatore, estrenada en 1988 y ganadora al Oscar de Mejor película extranjera.

Esta película abraza al cine, recoge toda su historia, es el cine mismo y todo el cine está dentro de ella. Emocionante, de lágrima en el alma para los que de verdad sentimos al cine tan dentro y lo amamos pura y fuertemente, con admiración, como el pequeño Totó.

La nostalgia, melancolía, el amor y el humor, el valor y la importancia de luchar por tus sueños, por aquello que nos apasiona… envuelven a esta historia de una vida cotidiana en la que todos somos capaces de identificarnos.

Vemos la evolución del cine desde la censura en la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad en el momento en que se rodó la película, los años 80, a la par que la vida del muchacho.

Impagable, como decía, todos sus homenajes, te sorprendes reaccionando al igual que los habitantes de aquel pueblecito… sonriendo o llorando al ver en pantalla por ejemplo a Kirk Douglas, el destape, Chaplin, los besos entre los protagonistas, la emoción… te ves dentro y fuera de la pantalla, formas parte de la historia al verte reflejado ahí, entre todos los espectadores (fielmente caracterizados todos ellos, ¡no falta ninguno!: los que van a meterse mano, el vigilante, los gandules, los jóvenes…).

Historia del cine, de la comunicación, de nuestra vida… un paseo por todo ello en este clásico italiano y de obligado visionado, que nos hace mirar con nostalgia y pensar como decía el viejo Alfredo “la vida no es como la has visto en el cine, es mucho más difícil”.

Con interpretaciones sublimes y una banda sonora de ensueño que la firma Morricone y el director, todo va in crescendo con el final soberbio, homenajeando más si puede ser la historia del cine, que hará que nos dejemos llevar con nuestras lágrimas más sinceras.

Otra de las enseñanzas que nos deja Alfredo es el empujón que le da a Totó para que salga del pueblo y estudie, que tenga un buen futuro, lo hace prohibiéndoselo incluso que vaya a verlo, porque sabía que si lo hacía, volvería a su sala de proyección, y sabía que Totó había nacido para mucho más.

Y tampoco podemos olvidar algo que también nos enseña Alfredo a nosotros y a Totó, fundamental tenerlo muy presente: “hagas lo que hagas ámalo como amabas la cabina del Paradiso cuando eras niño”.

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