La estadounidense abraza a sus fans con la continuación de Folklore
Hilario Martínez
Hay historias que no tienen final. El mimo de Taylor Swift en evermore solo es el indicio de que su música tampoco lo tendrá. Algunos afirman que las canciones son el reflejo más preciso y sincero del alma. De la misma forma que somos lo que decimos, hay artistas que son el legado que dejan tras de sí. Como un riachuelo famélico que serpentea entre montañas, folklore llegaba justo después del confinamiento para recordarnos lo insignificantes que somos. Swift simplemente fue la narradora de un universo imaginario que nos abrazó como ya las personas no pueden hacerlo. Y qué bonito fue.
Del country al pop y de ahí al alt rock más cuidado. Esa evolución solo podía pasar a la Historia de la música como una de las demostraciones de buen gusto más exquisitas de todos los tiempos. La artista estadounidense no es una compositora al uso. Swift es la industria musical porque sabe cuidarla y darle vida. Más allá de los charts, de los focos y los escenarios, habita una persona brillante que, con su voz y sus letras, da vida a quienes nunca pensaron que podrían cerrar lo ojos y viajar bien lejos. Cuando la música te transporta y te pone el vello de punta, deja de ser simple sonido y pasa a convertirse en arte. Un arte estremecedor, claro.
evermore, el segundo abrazo
En julio, todo necesitábamos un abrazo. Uno de estos que, aunque no solucionan problemas, al menos los hacen más llevaderos. Y, por arte de magia, ella nos regaló folklore. Ahora, con unas navidades solitarias y atípicas a la vuelta de la esquina y el frío estremecedor del invierno, necesitábamos otro. De nuevo, llega evermore. Y lo hace de puntillas. Con temas tranquilos, sin despuntes bochornosos y cargado de nostalgia. La guitarra que abre willow susurra que el otoño termina en un lugar alejado, en el que una mujer ruega amor y desemboca en un champagne problems tímido pero caracterizado por el dolor y finales eternos.
La luz se vislumbra por primera vez con gold rush. Se trata de un tema extremadamente delicado y medido que puede llevar al oyente a Daylight, el precioso cierre de Lover. Es justo aquí cuando la palabra folklore aparece mencionada por primera vez. Qué bonita pieza de encaje para hilar música concebida para dos lanzamientos diferentes. Sus habilidades como compositora sobrepasan lo que cualquiera podría esperar. Por eso ’tis the damn season te transporta a RED y te recuerda que su esencia sigue ahí, intacta, pero como el vino: mejor con los años.
Sentimientos y venganzas
El piano de tolerate it transporta al oyente a un pequeño salón con chimenea. En él, observarmos cómo la persona a la que queríamos, nos olvida y nos hace pequeños. Swift habla de todos aquellos que parecen no valorar lo que damos, que generan inseguridad a borbotones y que llevan a los demás a puntos de no retorno. Ese vacío queda simbolizado en una instrumental prácticamente desnuda, centrada en el protagonismo de un piano que termina a la par que la voz.
El diálogo en no body, no crime resulta impresionante. No solo por el desarrollo de la historia y las contestaciones entre Swift y las integrantes de HAIM; sino por el inesperado desenlace. El aire de venganza que evocan los sonidos del tema es la crónica de una muerte anunciada. Happiness, por su parte, tiene ese ambiente catártico y atmosférico que envuelve y tranquiliza: habrá felicidad siempre. Antes y después de todos, incluso de uno mismo. A continuación, dorothea representa un homenaje que, para muchos, va dirigido a Selena Gómez. En él, la compositora le recuerda a una gran amiga lo fuerte que es y lo que significa para ella.
Un cierre melancólico
La colaboración con The National (coney island) puede ser el punto más bajo de todo el disco. Habla sobre una relación que termina sin que ninguno de los dos se haya dado cuenta. Sin embargo, es la perfecta contraposición de ese lugar ficticio creado en ivy. La elegancia en las letras hace justicia a un amor que crece como la hiedra y que termina por cubrirlo todo. Las reminiscencias country regresan en cowboy like me tanto por el título como por los instrumentos elegidos. El mimo de Taylor Swift en evermore está siempre presente.
Así, long story short es la subida que hacía falta para amenizar la escucha. Por otro lado, marjorie es el recuerdo de su abuela que hace justicia al tema que le hizo a su abuelo en folklore: epiphany. El final se palpa cercano en closure y todo lo que queda es una mujer mucho más segura y tranquila. Para cerrar, Bon Iver vuelve a sonar junto a Swift en evermore, corte que da título a la hermana de su anterior trabajo. El desenlace es, irremediablemente, pura melancolía suave.
Ahora que es tarde para muchas cosas y que el mundo se ha convertido en un lugar inhabitable donde la libertad ha perdido su papel protagonista, Swift nos crea un universo paralelo donde poder perdernos durante horas. Si no logramos abrazarnos, al menos podremos imaginar que lo hacemos. El viento ya no nos da en la cara de lleno, pero la música nos golpea directamente y sin tapujos. Como la calle ya no es un lugar seguro, sus letras marcarán la senda hacia nuestros sentimientos más humanos. El mimo de Taylor Swift en evermore ha llegado para sujetarnos en la cuerda floja. Ser artista, al fin y al cabo, es aprender a pegar disparos al cielo.