Los músicos y sus máscaras: Similitudes entre El renacimiento y el trap

¿Cómo ha cambiado el estatus de los músicos en los dos últimos siglos? ¿Y su música en directo? ¿Qué tienen que ver los pintores del Renacimiento con el trap de hoy?

Pavlo Verde

Los artistas y el (mal) genio

Los músicos del siglo XVIII eran artesanos, un miembro más del servicio de una instancia religiosa o nobiliaria. Bach o Haydn componían por lo general lo que se les pedía y su música era entendida como un divertimento, como aquello que rellenaba los huecos de silencio en la vida de las clases privilegiadas. Sin embargo, a lo largo de las décadas esta visión del músico y demás artistas fue trastocándose hasta su cristalización definitiva en la figura romántica del genio, inaugurada en la música por Beethoven.

Como Martha Woodmansee explica en The genious and the copyright, este ideal surgió de la progresiva emancipación de los artistas, que, al no disponer ya del amparo económico de un protector, necesitaban una justificación para la comercialización de sus obras, que no serían más un entretenimiento, sino una creación digna de respeto y admiración.

Ética del concierto

Esto convirtió a los músicos (y artistas en general) en pequeños dioses destacados entre el resto por su capacidad para extraer belleza de la nada. Pasaron a ser auténticos personajes públicos y mediáticos, estrellas en un sentido moderno indiscutible. Esta actitud personal y del público se traducía en una forma muy concreta de entender los conciertos: el intérprete ofrecía, los espectadores recibían y respetaban, sin contrapesos entre medias.

Tal es así que se cuenta que el temperamental Beethoven llegaba a parar conciertos o veladas musicales si interceptaba a alguien que en vez de consagrarse a la escucha estuviese hablando o ignorando al músico de un modo u otro.

Esta ética del concierto, con sus variaciones históricas, se ha mantenido bastante sólida a lo largo de los dos últimos siglos, tanto para ilustres concertistas clásicos y músicos de jazz como para los grandes fenómenos del rock o las estrellas de pop actuales.

La relación entre el público y el músico sobre el escenario es por lo general unidireccional y exige al primero una entrega que puede demostrarse con silencio, aplausos, gritos, acompañamientos rítmicos… pero siempre desde el respeto a la frontera mental entre uno y otro.

Un cuadro de Beethoven

“Yo”, ¿qué es eso?

Frente a esta concepción del músico como un autor, durante el siglo XX se desarrollaron propuestas alternativas que disolvieron al genio y lo integraron en un todo mucho más amplio y libre de ataduras. Estos nuevos estilos compositivos pasaban por abrirse a la aleatoriedad, enfatizar el proceso sobre el resultado final, incluir al público como participante activo en la composición y restar importancia al virtuosismo.

Steve Reich dejaba sonar las ondas electromagnéticas de unos micrófonos atados como péndulos, George Maciunas tachonaba con clavos las teclas de un piano, John Cage componía basándose en las indicaciones del I ching, el libro chino de las transformaciones…

El citado Maciunas sostenía en su Manifiesto Fluxus:  “Para establecer el estatus no profesional del artista en la sociedad, debe demostrar la dispensabilidad e inclusividad del artista, debe demostrar la autosuficiencia del público, debe demostrar que todo puede ser arte y cualquiera puede hacerlo”. La clave estaba en democratizar los sonidos y el arte mismo: todo ruido podía ser considerado música, toda persona, artista.

Ya no era solo un creador solitario el que daba sentido a la obra. En línea con la idea de “coeficiente artístico” de Marcel Duchamp, la pieza no estaba terminada hasta que el espectador se enfrentaba a ella, ya fuese interpretándola o completándola. De aquí se desprende una música en directo mucho más participativa. En ella no hay una frontera clara entre quien está en el escenario y quien observa desde el patio de butacas. Así es por ejemplo en la famosa obra de Cage 4’33’’, donde es el propio público, ante el silencio del intérprete, el que crea la música con sus murmullos, tosidos o voces de sorpresa.

Música Ambiental

Otra actitud distinta, aunque muy ligada a esta “muerte del autor”, es la de la música ambiental. Inspirada por la música de amueblamiento de Satie, la ambición de estos artistas era crear un sonido que fuera a la vez fácil de ignorar e interesante de escuchar. Todo un referente del ambient como Brian Eno ha declarado en numerosas ocasiones que aspira a que su música se convierta en un perfume, que esté en un lugar, pero no sea el protagonista (véase el artículo Brian Eno: perfume, defence and David Bowie’s wedding). De este modo, la pasividad del oyente se convierte en una pieza indispensable del tablero artístico. Con ella, entre todos contribuimos a “cerrar” la obra.

Los (casi) vanguardistas urbanos

Sin embargo, estos intentos experimentales, a pesar de su relevancia académica, nunca han logrado traspasar las fronteras de sus nichos y el modelo unilateral arriba expuesto se impone. Esto no quiere decir que no hayan aparecido propuestas alternativas a medio camino entre las dos anteriores y con considerables dosis de reconocimiento por parte del público.

Se trata nada menos que del trap. Sin entrar a problematizar este término, siempre resbaladizo, y los artistas que podrían englobarse en esta categoría, resulta evidente que las éticas y estéticas de músicos como C Tangana, Yung Beef, Bad Gyal, Soto Asa, Pimp Flaco, La Zowi, o incluso Rosalía se apartan de la idea tradicional del autor y su rol que se desprende del mundo de la música y fusiona elementos de todas las actitudes que antes mencionábamos para crear algo nuevo.

Por un lado hay una clara proximidad con el romanticismo en su reivindicación del artista, muy especialmente en C Tangana, como personas con unos atributos y objetivos determinados y diferentes a los que desarrollamos en nuestra cotidianeidad. En otras palabras, ser artista significa algo más que trabajar y cumplir. Por otro, la mayoría de ellos entienden sus proyectos musicales como un proceso colectivo en el que ellos aportan su imagen, su carisma y su talento, pero que sin la implicación de compositores, productores, directores o agentes resultarían imposibles.

Por poner algunos ejemplos, Yung Beef no existiría sin los demás miembros de La Bendición, tampoco Rosalía sin la participación de El Guincho, y parte de la identidad de Bad Gyal reside en sus featurings o colaboraciones con otros cantantes.

Los directos

Finalmente, merecen mención especial sus directos. Con excepciones como la de Rosalía, la crítica del YouTuber y músico ShaunTrack (El gran problema del trap) se les podría aplicar a todos. En este vídeo juzga la pobreza de sus conciertos, que no son más que la reproducción de una grabación de estudio y los artistas haciendo playback, bailando o animando al público sobre el escenario.

Este hecho, lejos de ser “su gran problema” se puede interpretar como toda una revolución en la manera de entender el directo. Al ser conciertos diseñados para la fiesta, los músicos dan libertad a su público para moverse y disfrutar sin requerir por su parte una atención total. Este ambiente discotequero se acaba convirtiendo en un elemento tan básico y creativo musical y artísticamente hablando como lo que está sucediendo en el escenario. Así, más cerca de Brian Eno y John Cage que de Los Beatles o El Kanka.

La importancia del contexto

Por toda esta combinación de estetismo individualista y colectivismo, vanguardia y clasicismo, participación y pasividad, no sería descabellado decir que las estrellas del trap o géneros hermanos están abriendo huecos entre los paradigmas de los que tan insistentemente he hablado para agrietarlos. Esta suma de capas los acerca más a los grandes artistas del Renacimiento y el Barroco (desde Miguel Ángel y Rafael a Rubens y Velázquez, entre otros) que a cualquier otra época mencionada aquí.

En unos y otros no hay un concepto fuerte del autor como individuo creador, todos trabajan en grupo, ya sea en un taller de pintura o con un equipo de producción. Sus obras, por mucha validez que puedan tener por sí mismas, necesitan del contexto para completarse. La Capilla Sixtina es un encargo papal, así como los directos de un Soto Asa o una Zowi responden a las demandas concretas del público.

No sé cuánto tienen de descabellado estas comparativas entre músicos actuales y artistas del pasado, pero no viene mal de vez en cuando echar la vista atrás y mirar el presente con perspectiva. Sean útiles o no estos juegos históricos, siempre merecen la pena.

Enlaces para ampliar:

Maciunas, George. Manifiesto Fluxus. http://artecontempo.blogspot.com/2005/06/tentativa-de-manifiesto-fluxus-george.html

Eno, Brian. Brian Eno: Perfume, defence and David Bowie’s wedding. Frieze. https://frieze.com/article/brian-eno-perfume-defence-and-david-bowies-wedding

ShaunTrack, EL GRAN PROBLEMA DEL TRAP | ShaunTrack. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=HSlDJ235eJU

“Las tres efes: ‘Follar, Fardar y Farlopa’, me encanta ese titular, tío”, entrevista a C Tangana. CTXT. https://ctxt.es/es/20171206/Culturas/16613/C-Tangana-trap-rap-regaeton-musica-entrevista-ctxt.htm

Ernesto Castro, Yung Beef en diálogo con Ernesto Castro. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=VbEcfV-z9-s

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