Gracias a su tranquilidad y carisma Fernando Simón se ha convertido en un referente pop y social en España
Pavlo Verde
Fernando Simón: ídolo por sorpresa
Fernando Simón es el ya por todos conocido director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad. En estos últimos meses ha sido la cara visible de la gestión de la pandemia de la COVID-19. Más allá del resultado de su gestión, que ha suscitado numerosas críticas de sectores contrarios al Gobierno (aunque Simón desempeña el cargo desde 2012, es decir, con el PP en el poder), también ha generado grandes elogios por todos los frentes. Y lo que es más importante, se ha convertido en todo un referente por su estilo claro y tranquilo, habilidad comunicadora y sentido del humor. En definitiva, Fernando Simón se ha vuelto un icono pop.
Gracias a su carisma y sencillez ha conseguido ganarse la simpatía de la opinión pública. Tal es así que en las redes se ha desatado una fiebre de memes inspirados en él. Pero al contrario que con otros personajes públicos, son memes desde el respeto e incluso desde la admiración. Se han comercializado también camisetas con su cara y, ¿qué ha hecho él? Pedir que parte del beneficio que obtengan de su imagen se destine a ONGs. ¡Imposible no quererlo! Así lo demuestran las canciones que se suman a su lista de homenajes, entre las que destacan Se te quiere, Fer ouna reciente parodia de Bailar pegados.
Y esto, ¿por qué?
Muchas personas adjudican su éxito a su personalidad, que consideran un ejemplo de las nuevas masculinidades. Ana Requena destaca en El Diario su falta de arrogancia: “no escuchamos a alguien que busca reforzarse mediante formas expansivas o que quiere demostrar todo lo que sabe sin importar lo demás, sino a un hombre que cuenta y responde, con sus aciertos y sus errores”. Se aparta del lenguaje bélico tan habitual en esta pandemia y de la lógica del éxito o fracaso. Responde con respeto a los periodistas y los escucha atento. Además, tiene sentido del humor y sabe ironizar sobre sí mismo si hace falta (¿quién no se acuerda de aquellas almendras?).
La conclusión es clara: Fernando Simón ha congregado a tantos admiradores por lo que hace y dice, por cómo lo hace y lo dice y por quién es. Porque es un buen profesional y una buena persona. Y porque sabe conciliar estas dos facetas en el cargo que desempeña. Ha cometido errores, quizás importantes, pero ha sabido asumirlos y reaccionar ante ellos. Por lo demás, transmite confianza y buen rollo. Nos fiamos de él y podríamos tomarnos algo con él.
Moraleja
¿Qué podemos aprender de este curioso caso? Que una persona puede desempeñar un cargo público responsablemente. Que puede y va a cometer errores, pues su condición es imperfecta. Que lo terrible no son los errores en los que caiga, sino que los reconozca y les busque soluciones. Que se puede comparecer en rueda de prensa sin hablar perdonando vidas e incluso con humor y claridad. En definitiva, que la política (y la labor de Simón es muy política) puede convertirse en un espacio abierto, calmado, que inspire seguridad y anime a participar. Y que la gente, a la larga, lo puede agradecer y lo agradece.
Por eso, todas las personas deberíamos aspirar a ser iconos pop. No para convertirnos en fuentes de memes o de canciones. Tampoco para lograr fama aunque sea por un día, sino al estilo de Fernando Simón. Sin pretenderlo, sin artificios, tan solo con el objetivo de hacer las cosas lo mejor que podamos y con sencillez. De este modo, la política (y todo en la vida tiene algo de político) podría ser de otra forma, no sé si mejor o peor, pero sí un poco más inclusiva, más colorida, más atractiva, más… pop.
¿Estoy banalizando algo tan serio como la política? Tal vez, pero eso es precisamente lo que han hecho muchos políticos (no todos, claro) durante años y años. Y a ellos no les ha llovido el cariño.