Peluches y adultos, cómo un amigo de la infancia puede ayudar con el estrés y la ansiedad

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No se relaciona directamente, pero los peluches y los adultos pueden ser una muy buena combinación

Por Inés van Berkel

Desde el momento en el que nacimos, a veces incluso desde antes, nos dieron todo tipo de regalos prácticos: ropa, zapatos, pañales, juguetes … Pero hubo uno en particular que destacó: el peluche. Se ha convertido en un símbolo de la infancia, y rara vez vemos una habitación infantil sin al menos uno. Los peluches y los adultos no parecen los mejores acompañantes a priori.

Hay muchas razones por las que los niños reciben peluches y otros juguetes suaves. Algunos dicen que es un objeto útil para enseñarlos a acostumbrarse a dormir solos, mientras que otros le dan un significado más personal y opinan que no solo les da seguridad mientras duermen, sino que son verdaderos acompañantes durante el crecimiento que les ayudarán a estimular su imaginación.

Objetos de apego y transacionales

Cuando en la ciencia se denomina a los peluches como objetos de apego o transicional, se quiere decir que son objetos escogidos que ofrecen seguridad y comodidad al niño durante una fase de transición, como la de pasar a dormir solo. Sin embargo, para muchos niños sus peluches van más allá de este significado y se convierten además en instrumentos de autoexpresión. Pasan de ser algo con lo que dormir, una fuente de consuelo, a convertirse en parte de su rutina de juego, dándoles hasta nombres y personalidades. 

Este segundo aspecto del peluche es el que, como muchos otros juguetes, viene con una fecha de caducidad. A medida que los niños crecen y se convierten en adolescentes y adultos, sus pasatiempos y formas de jugar cambian, dejando atrás esos escenarios imaginativos que creaban con sus muñecos.

Sin embargo, a menudo algunos de estos muñecos o peluches se quedan en sus vidas. Si bien muchos padres hacen hincapié en el aspecto transicional de ellos, recordándoles que ‘‘¿No eres un poco mayor ya para seguir con eso?’’ o ‘‘Venga, ya va siendo hora de dormir solo’’ la verdad es que un estudio llevado a cabo en Reino Unido demostró que 1 de cada 3 adultos duerme con un peluche. Otro estudio afirmó que la mitad de adultos estadounidenses aún conservan sus peluches de cuando eran pequeños. Lo cual es algo que no tiene nada de malo.

1 de cada 3 adultos, con su peluche

Cuando nos referimos a peluches como objetos transicionales, implica un ajuste de una etapa a otra, en este caso, de madurez. El niño debe aprender a pasar de depender de sus padres a la hora de necesitar consuelo a encontrarlo dentro de sí mismo. El peluche es lo que ayudará a llevar a cabo una transición entre estas dos etapas. Sin embargo, aprender a ser emocionalmente independiente no tiene por qué significar deshacerse de aquellos objetos que ayudan a conseguirlo.

Tampoco significa que uno no vaya a necesitar apoyo externo nunca más. La Vrije Universiteit de Ámsterdam llevó a cabo un estudio en 2016 con respecto a los efectos de tacto interpersonal simulado y la motivación intrínseca del rasgo sobre la negatividad relacionada con el error. Es decir, el efecto que puede tener sobre nosotros tocar e interactuar con objetos inanimados como los peluches.

“Nuestros hallazgos muestran que incluso tocar un objeto inanimado, como un oso de peluche, puede calmar los temores existenciales”

S. L. Koole, M. Tjew A Sin, I. K. Schneider. Embodied Terror Management: Interpersonal Touch Alleviates Existential Concerns Among Individuals With Low Self-Esteem

El estudio demostró que, si bien los beneficios del tacto pueden variar debido a diversos factores, como qué objeto exacto se toca y el significado personal que tiene, es cierto que estos elementos tienen efectos relajantes tanto en niños como en adultos. Y mientras que el primero parece ser aceptado socialmente, el segundo puede ser interpretado de manera negativa, llegando incluso al ridículo. Pero si lo pensamos, tiene sentido; crecemos con la idea de que los peluches ayudan a calmar a los niños, especialmente por la noche a la hora de dormir. ¿Por qué se desprecia a quienes mantienen estas prácticas, claramente beneficiosas, en la adultez?

Aumenta la ansiedad

En los últimos años nos estamos topando con unos niveles de ansiedad altísimos tanto en adolescentes como en adultos. Es más que comprensible teniendo en cuenta que hemos pasado por una crisis financiera global, una depresión económica, una vuelta de los nacionalismos y hasta una pandemia.

Pero incluso a nivel personal, es completamente comprensible que al sentirse ansiosos o estresados, las personas acudan a aquellos hábitos y objetos que les hacen sentir seguros y les tranquilicen. Volviendo al estudio de la VU de Ámsterdam, podemos observar que tocar o acariciar un peluche puede aliviar la angustia existencial, especialmente entre aquellas personas con niveles bajos de autoestima. Además, estas formas de tocar e interactuar con seres inanimados pueden llegar a crear una conexión durante períodos de soledad o ansiedad.

Photo by Monika Kozub on Unsplash

Antes de escribir este artículo, contacté con varias personas de diferentes edades, nacionalidades para saber sus historias. Aunque todas fueran diferentes, muchas de ellas mostraban un patrón en común que relacionaba sus peluches como objetos transicionales, no aptos para adultos, de cierta manera.

Si bien no representa la transición mencionada anteriormente de niños aprendiendo a dormir solos, una de las anécdotas contaba acerca de la ansiedad que esta persona empezó a tener al mudarse al extranjero por primera vez, comenzando una nueva etapa en su vida. Fue durante este momento que su pareja le regaló un peluche que le ayudó en el sentido de acompañarle y calmar sus nervios; se convirtió en un compañero para esta nueva aventura. De cierta manera, facilitó el cambio de un escenario de vida a otro.

Hola mundo de adultos y adiós peluches

A medida que me fui haciendo adulta, mi colección de peluches se trasladó de la cama a la estantería y de ahí, finalmente al amario. Exceptuando a uno o dos peluches que de vez en cuando rescataría del armario para traer de vuelta a mi cama en momentos de estrés o soledad, los demás quedaron enterrados con otros juegos o juguetes ‘de niños’.

Nunca le presté demasiada importancia. Oculté todo esto a lo largo de mi adolescencia por miedo a que alguien me viera como una niña pequeña, la mayor pesadilla para una adolescente. Pero, a medida que me hice mayor y comenzaron a aparecer más responsabilidades y ansiedades, me encontré reconectando con mis peluches.

No sabía bien cómo ni por qué, pero tener algo suave que abrazar por la noche me hacía sentir mejor. Aún así, como muchos otros, sentía cierta vergüenza por utilizar estos objetos ‘‘infantiles’’ para dormir bien a esta edad. Los dejaba en casa las veces que viajaba o me mudaba a otro lugar. Llegaba a mi nueva habitación de mujer adulta e independiente y en mitad de la noche, como si fuera por instinto, me encontraba durmiendo abrazada a una manta o almohada.

Photo by Nguyen Bui on Unsplash

Reconocer la realidad entre peluches y adultos

Es algo que a día de hoy no me cuesta reconocer. Algo de lo que estoy segura que muchos también hacen, pero no se atreven a decir debido a la presión social de dejar en el pasado a nuestros peluches. Pero la realidad es que la comodidad de abrazar algo suave por la noche existe, y es lo que ha llevado a crear el mercado de las ‘mantas pesadas’ que alivian el estrés.

Personalmente, no fue hasta que mi pareja me regaló un cerdito azul hace unos años que acepté por completo la vuelta de los peluches en mi vida. Sigo sin saber exactamente por qué, pero algo acerca de este peluche pequeño y suave me hacía sentir cómoda las noches que él estaba fuera. Cuando me marché a trabajar durante 3 semanas a un sitio nuevo sin conocer a nadie, el cerdo vino conmigo en mi maleta. Me recordaba al lugar en el que me sentía segura, dándome confianza y comodidad aun estando lejos de casa.

Cuando comencé a hablar con otros adultos acerca de sus peluches, aprendí que para algunos, ese peluche especial no es más que los restos de tela que algún día fueron un acompañante durante su infancia. Mientras tanto, otros han optado por peluches más nuevos en forma de personajes de películas o libros que les gustan, algunos hasta vienen con un olor específico para dar un efecto tanto físico como sensorial.

¿Por qué tienen tanto valor?

La razón por la que estos objetos son de tanto valor para algunas personas es porque los asocian con tiempos más sencillos o les recuerda a su hogar. Mientras que para otros, esa sensación de seguridad y bienestar viene de películas o libros que se convierten en un lugar seguro al que acudir en tiempos de estrés. También hay quien encuentra en ellos el recuerdo de que un ser querido está cuidándoles desde la distancia, o simplemente, es un objeto suave y bonito al que acariciar o abrazar en tiempos difíciles.

Sea cual sea la razón, la verdad es que la ansiedad viene y va, pero tener un peluche, incluso en adultos, que puedas llevar a cualquier sitio y que nunca te juzgará proporciona comodidad y calma. Ya sea una de las nuevas mantas pesadas dirigidas a adultos, los trapos de un peluche de la infancia o la forma más reciente y suave de merchandising. El objeto escogido puede llegar a convertirse en el medio de transporte para alcanzar ese deseado lugar de calma, que al fin y al cabo, es lo único que importa. 

“El contacto interpersonal es un mecanismo tan poderoso que incluso los objetos que simulan el contacto de otra persona pueden ayudar a inculcar en las personas un sentido de importancia existencial”

S. L. Koole, M. Tjew A Sin, I. K. Schneider. Embodied Terror Management: Interpersonal Touch Alleviates Existential Concerns Among Individuals With Low Self-Esteem 

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