Miramos el mundo desde nuestras ventanas como si fuéramos meros espectadores de una obra de teatro. En realidad es cierto
Alba Blanco
Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que todas las que pueda soñar su filosofía, decía Hamlet a Horacio con determinación en la maravillosa tragedia de Shakespeare, Hamlet. Últimamente lo reflexiono mucho. Pero desde nuestras casas. Desde nuestras ventanas, que se han convertido en el frente de visión hacia el mundo de allá fuera. Cada día nos levantamos y escuchamos cifras de aquellos que ya se han ido lejos, hacia las estrellas, y de aquellos otros que luchan por quedarse. Teletrabajamos, hacemos las tareas de la universidad, hacemos ejercicio, intentamos evadirnos. Como si nuestra casa fuera una burbuja protectora que nos aparte de todos los males del mundo.
Sin embargo, cuando nos asomamos a la ventana. A esa huella invisible atravesada por un cristal, que nos comunica con el mundo exterior, nos damos cuenta de que existe mucha penuria en el lugar que antes conocíamos como mundo. Hay mucha tristeza, muchas familias desamparadas por el dolor, por una economía que se les echa encima, por un futuro incierto. Por un acontecimiento inédito en la historia de la humanidad. Y es entonces cuando nos recogemos, cuando decidimos volver hacia dentro. Como una tortuga cuando regresa al caparazón. Porque nunca el mundo que había sido nuestro (o más bien que nosotros creíamos que lo era) nos había dolido tanto.
No obstante, hay cosas que no cambian por mucho que el remolino de acontecimientos nos sacuda como a un pañuelo frente a un huracán. El sol sale todas las mañanas y se recoge por la noche. La luna nos aguarda con su luz blanca y vela nuestro sueño. Los pájaros y los animales parecen más en casa que nunca. La contaminación se reduce. Es como si hubiéramos dejado que el mundo volviera a asalvajarse. Como en sus orígenes. Como siempre tuvo que ser.
El ser humano, que siempre ha tenido un cierto antropocentrismo en la historia de la creación, pasa a estar subdelegado. Frente a un agente biológico que ha devastado todo. En estos días de temor y pesadumbre, miramos el mundo desde nuestras ventanas como si fuéramos meros espectadores de una obra de teatro. Pero en realidad es cierto. Lo cierto es que siempre fue así, pero nosotros no lo sabíamos.