EL CINEASTA QUE CON SÓLO DOS LARGOMETRAJES HA CONSEGUIDO GENERAR UNA TENSA CONTROVERSIA ENTRE LOS FANS DEL GÉNERO
Traumas familiares, graves trastornos mentales, el culto a lo oscuro y una violencia brutal. Así se presenta en pantalla este neoyorkino capaz de llevar nuestra mente al estado más perturbador sin necesidad de recurrir a los tan arraigados tópicos que este género acarrea.
Llevamos décadas acostumbrados al terror de los sustos “inesperados”, a los fantasmas, demonios, zombies o asesinos que aparecen de pronto y, acompañados de un fuerte estruendo musical, nos hacen saltar de las butacas y tirarnos las palomitas por encima para luego reir nerviosos y disfrutar de la pequeña porción de adrenalina que se ha liberado en nuestro cerebro. La fórmula esta trillada, sí, pero muchos dirán que sigue funcionando, y no se les puede quitar la razón. A estas alturas sigue habiendo todo un ejército de realizadores dedicados a este tipo concreto de cine, que normalmente no sobrepasa la calificación de entretenimiento. Pero los géneros evolucionan, y desde hace unos años vienen surgiendo como de la bruma un puñado de creadores decididos a convertir el miedo en arte.
EL TERROR ELEVADO A LO ESTÉTICO Y LA CREACIÓN DE AMBIENTES COMO ARMA
En 2018 se estrena en cines Hereditary, ópera prima de Ari Aster y una pieza que revoluciona la crítica y renueva la concepción del terror, dándole un aspecto formal impecable y un carácter que no aboga por el susto momentáneo sino por encender ciertas bombillas en el imaginario del espectador que tardarán algo más en apagarse.
Tras la muerte de su madre, una mujer autoritaria y con extrañas costumbres, Annie se muda con su marido y sus dos hijos a la antigua casa familiar, convenciéndose de que podrá superar sin escollos sus traumas infantiles. A partir de aquí, podríamos decir que todo se tuerce cuando su hija pequeña, Charlie, comienza a actuar de forma extraña, pero desde luego este no es el meollo de la cuestión. Mediante una sinopsis que parece seguir las reglas del viejo juego del terror, Aster nos lleva de viaje por los entresijos más oscuros de la mente humana, la posibilidad de odiar a los que más quieres, y, en definitiva, el camino serpenteante a la locura.
El vehículo en el que emprendemos el viaje son planos de ritmo lento y dotados de una belleza compositiva muy difícil de encontrar en el mundo del terror, una iluminación digna de ser galardonada, y unas actuaciones contenidas magistrales. Protagonizada por una impresionante Tony Colette, acompañada de Gabriel Byrne, Alex Wolff y la joven Milly Saphiro, Hereditary se te mete en la sangre y te hace levantarte del asiento con la sensación de que algo extraño se ha movido dentro de ti.
La crítica, como es comprensible, estalló en halagos. Los fans más acérrimos del slasher renegaron del director y pusieron en duda que la obra pudiera ser incluída dentro del género. Y aquí comienza el dilema que Aster continúa, sin dilación, un año más tarde.
MIDSOMMAR. UN ARGUMENTO INNOVADOR Y LA CONSOLIDACIÓN DEL TALENTO
Aster no tarda en estrenar su segundo largometraje, y lo hace asumiendo, esta vez, un riesgo más grande. Midsommar (2019) no parece un film de terror. Carteles promocionales con imágenes luminosas y coronas de flores hacen pensar que Aster ha decidido experimentar y cambiar de género. El experimento: invertir todos los principios visuales que comprende el cine de terror. El miedo a plena luz del día. El resultado: sublime y escalofriante.
El primer y desgarrador acto del film, que casi podría tener sentido de manera independiente como cortometraje, nos cuenta como Dani, interpretada por una apoteósica Florence Pugh, pierde a toda su familia. Su novio, Mark, que estaba a punto de terminar la relación, decide continuar con ella por lástima. Meses después, Dani y Mark no se encuentran en su mejor momento, cuando uno de los amigos de Mark propone viajar a un festival que se celebra cada 90 años en una aldea remota de Suecia en la que nunca se pone el sol. Una vez allí, tendrán que adaptarse a las costumbres de esta aldea de la que les resultará difícil salir.
La controversia que pueda generar la imagen primigénea de este film sobre su pertenencia o no al mundo del terror termina una vez que se ha visto la película. Una nueva forma de hacer terror no significa la muerte del género, sino tal vez un necesario y renovador replanteamiento del mismo.
En su segunda obra, Aster continúa con su estilo puramente estético y su ritmo pausado. Pero, aunque esta manera de describirlo pueda dar pie a malentendidos, no, Aster no es un fan de la violencia fuera de campo. Cuando hay que mostrar muestra, y lo muestra todo. De hecho, estas obras maestras del terror no son aptas para públicos extremadamente sensibles. Aún así, merece la pena disfrutar de su calidad artística, aunque sea por una rendijita entre los dedos.