‘Los niños de Winton’: Hopkins como héroe británico

Haría falta un corazón de piedra para no conmoverse por esta extraordinaria historia real de Nicholas Winton, el “Schindler británico”. Además, de por la simplicidad y franqueza con la que es contada por los guionistas Nick Drake y Lucinda Coxon y el director James Hawes. Tenemos una historia dividida temporalmente. Por una parte la Europa en tiempo de guerra y de la memoria de posguerra. Por otra un momento noble e inspirado en la historia de la televisión popular británica.

Anthony Hopkins interpreta a Winton, un corredor de bolsa en retiro próspero en la década de 1980 que, después de algunas insistencias de su esposa Grete (Lena Olin), está despejando el desorden. En este proceso se concentra en algo que ha estado anhelando y temiendo reexaminar: un álbum de recortes con detalles de los 669 niños judíos checos. Niños que él y otros humanitarios salvaron contra probabilidades increíbles de los nazis a fines de los años 30’s, sin que ningún historiador lo supiera. Esto implicó recaudar dinero, presionar a los departamentos gubernamentales para obtener visas y organizar el cuidado de crianza.

La película logra transmitir la tensión de la guerra

La misión de rescate involucró nueve cargamentos de trenes de niños, los cuales tenían que pasar por territorio nazi en su camino hacia Gran Bretaña. Estas son escenas de una tensión casi insoportable. En cualquier momento, por cualquier razón burocrática, o simplemente sin razón alguna, los soldados nazis que inspeccionaban con sospecha los papeles de los niños a bordo del tren podrían devolverlos.

Después de que la prensa local no mostrara interés en este suceso notable, captó la atención de Elisabeth Maxwell y de ahí pasó a Esther Rantzen, presentadora del legendario y popular programa That’s Life! Rantzen lo invitó al programa en dos ocasiones, como una sorpresa del tipo propio del programa y preparó secretamente para que cada miembro del público del estudio fuera o uno de estos refugiados adultos o un descendiente.

Es una escena evidentemente conmovedora. Sin embargo, el enfoque estrecho y casi obsesivo de la película en recompensar la humildad de Winton disminuye la profundidad de su heroísmo y se ajusta demasiado convenientemente a la obsesión del cine popular británico por el estoicismo. Como cuenta la cinta, sus acciones no fueron conocidas públicamente hasta su debut televisivo. No simplemente porque fuera demasiado modesto para hablar al respecto, sino porque tuvieron que hacerse fuera del consenso general, y a menudo en desafío a la autoridad.

Anthony Hopkins eleva la cinta

Un gran actor no solo debería ser juzgado por lo que puede lograr con un guion magistral, sino también por cómo puede hacer que una obra menor aún se eleve. Anthony Hopkins ha logrado esto con gracia en este film, pese a que la película cuenta esta historia como un cuento sentimentalmente reduccionista de la vida del humanitario británico Sir Nicholas Winton, Hopkins lo dota de una complejidad cruda y necesaria.

También es de destacar Johnny Flynn quien hace un trabajo admirable al retratar la tartamudez y la tranquila resistencia de un Winton más joven en los considerables flashbacks de la película, viéndose perjudicado en el visible esfuerzo de la producción por querer hacer que se parezca a Anthony Hopkins en lugar de confiar en la magia del cine quitando parte de la credibilidad que el actor nos da. Sin olvidar en estos flashbacks el trabajo  de una Helena Bonham Carter que da un poderoso golpe teatral a la británica como la formidable y directa madre de Flynn, Babette, quien dirige su campaña desde Londres.

Un film duro pero complaciente

El director James Hawes, proveniente de la televisión (cosa ser hace manifiesta en su puesta en escena), traduce estos eventos a la pantalla con un terror adecuado y constante. Fotografías inquietantes de niños, cuyos futuros dependen de visas de papel y asientos de tren de madera, miran desde documentos sujetados con clips. Los vemos arrancados de sus padres, con sus nombres escritos en trozos de cartón colocados alrededor de sus cuellos y con miradas perdidas donde el miedo, esperanza y la poca inocencia que les queda convergen.

Los niños de Winton permite a su audiencia satisfacerse al ver a un gran héroe celebrado, pero nunca los obliga a enfrentarse con lo que está justo a sus pies: una nueva generación de héroes, aun luchando cuesta arriba simplemente para hacer lo correcto.

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