‘My Eternal Summer’, ópera prima de Sylvia Le Fanu (Reino Unido), nos traslada a un último verano lacrimógeno
‘My Eternal Summer’, cuyo título original aparece en su lengua materna como ‘Min evige sommer‘ se estrenó en la 72ª Edición de San Sebastián como parte de la sección New Directors. Desde Dinamarca, nos llegaba a la ciudad vasca un drama íntimo, de estos que duelen unos días después. Sylvia Le Fanu ha querido jugar con los que todos soñamos: detener el tiempo.

Fanny es una adolescente de quince años. Su verano acaba de comenzar. Sin embargo, no está con sus amigos. La vemos en una casa iluminada rodeada de vegetación. Está junto a su padre y su madre. Justo ahí, en esa pequeña dinámica familiar hueles la tristeza. Descubres que su madre está enferma. Y que su último deseo es pasar esos meses soleados juntos.
Lo primero que notas es la intimidad. Intimidad al colarte en el núcleo familiar. Intimidad al empezar siendo observador y terminar entrando en el momento más vulnerable. A través de Le Fanu huimos de las fórmulas lacrimógenas habituales. La realidad habita en cada plano y lo más natural sorprende en cada lugar.
Ahora pienso en esta película – y en las del festival en general – con cierta distancia. Escribo desde el privilegio de lo que me hizo sentir. Con ‘My Eternal Summer’ recuerdo ternura, silencios, dolor y amor. Amor a su modo, lleno y vacío al mismo tiempo. Me gusta la forma en la que se narra el verano. Los personajes y sus conversaciones.
Finalmente, tras escribir esto, me encuentro con la necesidad de volver a ver la película danesa. Nunca enteré estas inmensas ganas que a veces nos da por ver cosas que nos pusieron un poco triste. Por ahora no he encontrado fecha de estreno en España, pero confío en que 2025 sea un buen año. Por vosotros y por mí.