El arte es una puerta al conocimiento que en ocasiones se atranca con candado
Sara Pardo
El arte es conocimiento; y el conocimiento debería estar al alcance de todo aquel que lo solicite. Es por eso que me es imposible defender las colecciones privadas, colecciones creadas para el autoconsumo de un objeto estético que debería ser acariciado por todos los ojos posibles. No entiendo cómo se nos priva de poder aprender de él, de obtener emociones, de disfrutar de la estética. La privatización del arte debe terminar.
Cualquier obra (literaria, pictórica. teatral) tiene un carácter comunicativo, en el que a través de una relación de simbiosis el autor y el lector reciben bidireccionalmente conocimiento. Negar esa reciprocidad por medio de la privatización de las obras me parece un acto cruel en el que se debería intervenir. Aquel arte que comúnmente se ha dispuesto como histórico y prestigioso por su revolución en el estilo o la técnica es el que debería de ser público. Quienes tengan en su propiedad un Picasso, un Miró, un Pollock o cualquier obra que debería estar al alcance de todos, tienen la cualidad más deshumanizadora de todas: el egoísmo.
En este momento existe una lucha entre la Baronesa Thyssen y Patrimonio por el alquiler de la colección al Estado para un público que debería de tener garantizada la oportunidad de contemplar un bien de interés cultural. La pugna se ha salvado con una renovación de 15 años que indemniza a la Baronesa con 6 millones de euros por año. Esta noticia no debería de asombrarnos, la cultura sigue estando al alcance de unos pocos privilegiados.
Mientras algunos disfrutan de poder presenciar el arte en el estado más puro, otros debemos contentarnos con ver la obra en píxeles. Lo peor de esta situación: no se reclama, no hay queja ni denuncia. Esta privatización del arte debe de llevarse a un acuerdo para que el beneficio sea de todos los ciudadanos. Si el egoísmo adherido a los ricos provoca una falta de solidaridad, lo que el Estado debería de hacer es comprar las obras.
¿Acaso el arte no está creado para la contemplación universal? ¿No deberíamos de tener todos el derecho de entablar esa relación y de aprehendizaje con la obra?