Alba Blanco | Foto: Javier del Real
18:00 de la tarde. Teatro Real de Madrid. Un gran barullo inunda las antiguas y bellas paredes del lugar en el que se genera magia: el teatro.
La función empieza puntual y eso que se trata de un ensayo general. El público permanece en silencio. De repente, una música que nos recuerda a los musicales de Broadway descubre una gran plataforma formada por escaleras metálicas, el telón poco a poco se abre. Nos encontramos ante una calle neoyorquina, ante el vecindario del Lower East Side.
Kurt Weill creó esta maravillosa obra, “Street Scene”, en el año 1947; de la cuál surgió está impresionante obra que hace una fusión entre el musical al más puro estilo de Hollywood y la Ópera más clásica.
“Street Scene” se desarrolla en un barrio decadente y deprimido en el que sus personajes viven (o sobreviven) como mejor pueden.
Asesinatos, desahucios, precariedad laboral y machismos empapan los rincones de la calle. Todo ello, entremezclado con un aroma pucciano y unos personajes que, interpretados por un reparto coral, hacen que el espectador se estremezca.
Su protagonista, Anna Maurrant, Patricia Racette, definida por muchos como una “gran diva de la Ópera”, inició su camino en el mundo del Teatro con el Cabaret en EEUU. Esta ópera es definida por ella misma como “un arte que está entre sus aptitudes y sus sentimientos como artista”. A su lado, le acompaña el que es su marido en la ficción, Paulo Szot, que interpreta al alcohólico y machista Frank Maurrant.
Acompañados por sus hijos Rose y Willie que hacen una tremenda interpretación, otros personajes siguen a esta obra que, por tener, tiene hasta disparos.
Durante las dos horas y media, aproximadamente, que dura la obra, el complicado y tortuoso ambiente que rodea a los personajes se deja influenciar por la riqueza musical que empapa la obra.
Sonidos al más puro estilo de cine de Hollywood, jazz en vena, blues como fiel acompañante y esa gran influencia pucciana; son la sombra de una obra que, a pesar de estar representada en otro contexto histórico, dejan mucho que retratar con el momento presente.
Personas que se quedan en la calle por no poder pagar el alquiler, machismos y discriminaciones a la mujer por querer ser algo más libre, trabajos precarios que agotan y desbastan a sus personajes y un ambiente de inestabilidad social y de poca proyección de futuro, hace que el espectador recuerde, y muy a su pesar, que tal vez la evolución no haya sido tan hacia delante como se pensaba.
“Street Scene” llena el alma. Te alimenta como solo el teatro y la ópera pueden hacer. Es devastadora, estruendosa y provocativa.
Déjense llevar por esa gran verdad que se recoge detrás del telón. Esa gran verdad que tanto necesitamos.
Esa gran verdad, que se llama teatro.