Ainhoa Arostegui
La obra de Leonardo Da Vinci sufrió mucho para llegar a la actualidad
Entre los años 1495 y 1498, el artista Leonardo Da Vinci pintó la que actualmente muchos expertos consideran una de las mejores obras de arte del mundo: La Última Cena. En esta pintura, se muestra el momento en el que Jesús anuncia a sus doce discípulos que uno de ellos le traicionará, una de las escenas bíblicas más dramáticas.
Ludovico Sforza el Moro, antiguo duque de Milán, mandó que la pieza fuera pintada en la pared norte del antiguo convento de los dominicos Santa Maria delle Grazie, con la intención de convertir el lugar en un mausoleo para su familia. Finalmente, debido a diversos escándalos, el duque acabó encarcelado y da Vinci no cobró ni un céntimo por su obra. Sin embargo, ese primer problema fue solo el augurio de todos los contratiempos que sufriría el fresco.
Al estar pintada sobre una pared de yeso seco, la pintura no estaba protegida de las humedades que se filtraban y comenzó a descascarillarse poco después de su finalización. En el año 1652, se abrió una puerta en la sala que destrozó la pierna de Jesús y por si eso fuera poco, en 1796, cuando Napoleón invadió Milán, usaron la habitación como establo y lugar de prácticas de tiro, dejando el cuadro destrozado. Después de varios intentos fallidos de restaurar la obra, en 1821, un artista llamado Stefano Barezzi, emprendió un plan para extraer el cuadro de la pared y enmarcarlo. Sin embargo una serie de complicaciones sufridas durante el proceso, le obligaron a dar marcha atrás a sus planes y volver a pegar las piezas en su sitio.
Todas estas parecen desgracias más que suficientes para el fresco de Da Vinci pero no acaban aquí. En 1943, plena Segunda Guerra Mundial, una bomba de las Potencias Aliadas cayo a escasos metros del cuadro, dejando el 60% del monasterio destruido. Afortunadamente, la pared que alojaba el cuadro fue casi lo único que continuó en pie a pesar de que la obra quedara totalmente deteriorada.
Pasaron muchos años a la intemperie
Después de ello, la pintura se tapó con una lona de plástico, dejándola a la intemperie durante casi 30 años, cuando por fin se le realizó una restauración profunda. Sea por custodia divina o por pura suerte, después de tantas desventuras, hoy en día se puede disfrutar de una obra perfectamente restaurada, eso sí reservando entrada con muchísima antelación.
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