Muchas personas consideran a iconos como Chalamet un avance en la superación de los estereotipos sexistas en el arte y la sociedad. No les falta razón, pero tampoco les sobra
En un vídeo de The take titulado “Timothée Chalamet, el protagonista suave” (“Timothée Chalamet, the “soft” leading man” en inglés) las dos youtúberes al frente de este canal diseccionaban el éxito y la figura de este joven actor. De ahí concluían que la pujanza de Chalamet y otros artistas masculinos populares como Harry Styles evidenciaba un cambio de actitud social y mediático en torno a lo que debe ser un hombre en el mundo del espectáculo (y en el mundo en general).
Chalamet, el suave
Frente al arquetipo estadounidense del hombre fuerte, varonil, serio y alejado de la moda Chalamet y compañía representan un ideal de “creatividad, suavidad y feminidad” y un acercamiento andrógino a la moda en el que prima el color, la experimentación y la ruptura de los cánones. Todo esto demostraría que Hollywood y el mundo del espectáculo en general se están adaptando cada vez más a una sociedad que: “Espera que los hombres sean sensibles, amables y abiertos”.
Por supuesto, en The take son conscientes de que muchos otros hombres han adoptado estas actitudes desde hace décadas. El ejemplo más claro es el de los grandes símbolos del rock (Mick Jagger, David Bowie, Freddie Mercury). Ellos ya habían recurrido a la androginia y la fluidez en su expresión de género, así como al rechazo del ideal del macho. Ahora bien, estos eran figuras alternativas y contraculturales y en ningún caso la norma. Por el contrario, Chalamet es hoy uno de los nombres más valorados y mejor acogidos del convencional y conservador Hollywood, núcleo de la cultura popular estadounidense y por extensión global. De ahí que concluyan que “Timothée Chalamet es un hito en el viaje del icono sexual de género fluido desde el rocanrol subversivo hasta el Hollywood dominante”.
Aunque estoy esencialmente de acuerdo con lo que se dice en este vídeo, creo que el optimismo que se desprende de él debería matizarse. No obstante, es una buena excusa para iniciar una reflexión más amplia sobre la masculinidad y sobre el reto que los hombres alineados con el feminismo tienen (o tenemos) por delante.
Mejor Chalamet que Osborne, pero…
Lo primero que conviene aclarar es que todos los atributos de personalidad que The take encomia en Chalamet son en efecto encomiables. Son preferibles la sensibilidad y la expresividad a la cerrazón y la incomunicación. También la suavidad de carácter a la aspereza o la actitud relajada y pacífica al ideal de hombre tensionado y violento. Tampoco hay que subestimar la cuestión de la androginia, pues los escarceos de muchos hombres con el maquillaje, la manicura o la moda más atrevida y multicolor ayudan a evidenciar el absurdo de los roles de género, al menos en lo tocante a expresión y gustos personales.
Ahora bien, centrarnos solo en la personalidad puede resultar problemático. Básicamente porque uno puede ser un hombre sensible y creativo sin que por ello el patriarcado se vaya a resentir. Por eso mismo me aventuraría a decir (sin ningún estudio que me respalde) que la mayoría de hombres en la historia patriarcal de la humanidad no han encajado en el molde de macho que Hollywood propone. En primer lugar, porque este tropo no tiene más antigüedad que el propio Hollywood mientras que el patriarcado es un sistema milenario. Y además, porque una sociedad machista se caracteriza no por el carácter que en ella tienen los varones, sino por oprimir a las mujeres de diversas maneras. Y eso se puede hacer con arquetipos de hombre muy distintos entre sí.
Masculinidad cambiante, patriarcado firme
En los siglos XVII y XVIII el ideal de masculinidad de la nobleza europea (aquí la clase interseca con el género) era un hombre perfumado, maquillado, con leotardos y peluca. Esto en el siglo XXI sería casi drag y lo consideraríamos subversivo. Sin embargo, la situación de las mujeres no era entonces halagüeña precisamente. Tampoco lo fue un siglo después, en el Romanticismo. Es más, algunos de los poetas de este movimiento, caracterizado por la expresión de los sentimientos y el culto a la creatividad (como Chalamet, ¿no?), eran a su vez ilustres misóginos (véanse las biografías de lord Byron o Percy Bysshe Shelley).
Con esto no quiero decir que Chalamet o Harry Styles sean misóginos. Ambos han manifestado ideas progresistas y este último se declara abiertamente feminista, por lo que más bien es al contrario. Simplemente quiero remarcar que el énfasis en cuestiones de carácter es provechoso en pequeñas dosis, pero en exceso nos confunde. El feminismo combate un sistema de opresión, no a personas y personalidades. Estas son relevantes, pero no decisivas, pues estamos tratando con una estructura y no con una suma de granitos de arena.
Cuidado con la moda
Mi crítica hasta aquí ha ido dirigida contra el enfoque, no contra el contenido mismo. Soy más escéptico con el otro de los aspectos señalados por The take: la experimentación a través de la moda andrógina. la cuestión de la moda andrógina. Por interesante que sea sobre el papel deconstruirse embutido en trajes que borran toda frontera entre lo masculino y lo femenino hemos de recordar que no vivimos “en el papel”. Al contrario, vivimos en un mundo capitalista globalizado que esquilma día a día los recursos del planeta.
Por ello, no podemos depender de la industria de la moda en nuestra tarea feminista. Lo contrario sería blanquear la explotación de la Tierra y de millones de seres humanos (muchos niños y niñas) a cuenta de esta industria. Si nos ponemos ecofeministas y pensamos la abolición de la opresión sexista desde dentro de los límites biofísicos del planeta hay cosas que nos cuesta permitirnos. La experimentación expansiva haciendo uso de los resortes consumistas de nuestra cultura es una de ellas.
Pero no es solo ecofeminismo. Ser un hombre como Timothee Chalamet o Harry Styles es tremendamente caro. Tocar instrumentos, vestir experimentalmente, parecer culto y ofrecer una imagen de dandi amable no son cosas al alcance de cualquiera y desde luego están muy lejos de las posibilidades reales de los hombres de clase obrera, del precariado y no hablemos ya de los migrantes o los habitantes del sur global.
Seamos realistas
Está bien lo que The Take propone. Timothee Chalamet y compañía son mejores referentes que Arnold Schwarzenegger o John Wayne. Es lo máximo que Hollywood nos puede dar. El problema es que Hollywood no puede darnos casi nada en la lucha feminista. La fábrica de sueños hollywoodiense es la fábrica del statu quo. Y por mucho que Chalamet mejore lo presente, el “protagonista suave” que él representa no es un sujeto político, sino un arquetipo cultural. Un tropo que tan pronto puede triunfar como ser sustituido por otro si dicho cambio es mejor para el bisnes.
Conclusión
Por supuesto, mi crítica no va dirigida contra la persona de Chalamet u otras figuras similares. Dado que uno de mis puntos básicos es que no se pueden abordar cuestiones feministas desde el individualismo sería absurdo criticarlo a él en particular. Tampoco me gustaría que de estos párrafos se desprendiese que el feminismo es exclusivamente “cosa de mujeres” ni menos aún que no hay salida feminista para los hombres. No estamos condenados a girar como hámsteres en la rueda patriarcal, como comenté en un artículo pasado.
Y precisamente porque creo en esto último considero necesarias otras herramientas que el ejemplo de Timothee Chalamet, Harry Styles o cualquier otro, tomados por sí solos, no nos van a dar. Para combatir el patriarcado y ofrecer a los hombres un encaje realmente feminista hay que cuestionar tantos aspectos (distribución de tareas, de tierra, de poder internacional, de renta, de trabajo, de vivienda, de cuidados…) que nada que venga de los medios dominantes hendirá hasta el fondo el cuchillo de la crítica feminista ni ofrecerá modelos de varones radicalmente cómplices con la liberación de las mujeres. Pero este artículo está quedando demasiado largo. En uno próximo exploraremos diversas maneras en que poder construir ese sujeto político feminista varón al que podemos y debemos aspirar.