‘Drive my car’: silenciosamente apoteósica

El recién nominado al Oscar, Hamaguchi, habla con tristeza del duelo, el autoinculpamiento y las conexiones interpersonales en Drive my car

Tras su paso por el Festival de Cannes, Drive my car por fin llega a España. De la mano de Elastica Films y Filmin, la nueva película de Ryūsuke Hamaguchi se ha convertido en un éxito rotundo e incontestable. Sus cuatro nominaciones a los Premios Óscar 2022 lo demuestran: Mejor Película, Mejor Película Internacional, Mejor Dirección y Mejor Guion Adaptado. ¿Podrá el director japonés repetir la hazaña de Parásitos (2019) hace tan solo dos ediciones?

Papeletas tiene, claro. Aunque, a diferencia de la película de Bong Joon-ho, Drive my car luchará por la estatuilla a mejor adaptación, sirviéndose Hamaguchi del breve relato humanista de Haruki Murakami, Hombres sin mujeres (2015). Y es que, si bien Murakami posee una querencia latente hacia Los Beatles, Hamaguchi la tiene con Murakami. No ya porque lo haya adaptado para su nueva película, sino porque su anterior, La ruleta de la fortuna y de la fantasía (2021), ya expelía un poderoso aroma al estilo del escritor japonés.

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Dos almas perdidas ¿destinadas a encontrarse? Fuente: Cintilatio

Esta vez, un apagado director de teatro, Yusuke Kafuku, se entera de que su mujer le pone los cuernos. A pesar de ello, decide volcarse en su trabajo dirigiendo la obra Tío Vania. Como si de un hilo rojo que los une se tratara, se encontrará con Misaki, una joven que hará las veces de chófer para llevarle y traerle de los ensayos. En el camino, conversaciones en el coche, ensayos y confesiones que sirven para conectar a ambos personajes de una manera que ninguno de los dos se imagina. La ficción teatral, al igual que el propio coche, servirá de elemento vehicular para construir paralelismos que conciernen no solo la vida de Kafuku y Misaki, sino a la propia sanación de ambos.

El silencio como herramienta narrativa

A diferencia de su anterior película, Hamaguchi se aleja del tríptico narrativo y decide unificar su trama en un ligerísimo y agradable entramado de tres horas de metraje. El director logra una realización elegante a base de la combinación de planos estáticos, diálogos conseguidos y silencios que delatan. No aplica movimiento a su cámara fija más allá de esos planos aéreos y panorámicas que siguen y persiguen a ese Saab rojo ya icónico. Sin embargo, los fotogramas se deslizan por la pantalla narrando de manera sosegada y aireada. Sin prisa.

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Uno de los mejores planos del año. Fuente: Infodiario

Drive my car es, ante todo, un relato acerca de la soledad y las segundas oportunidades. No las que das a otra gente, sino las que te das a ti. Supone un drama intimista que se recrea en los sentimientos más hondos y escondidos tras una carcasa estoica y orgullosa. El silencio, ejercitado con la férrea convicción de un samurái moderno, trata de tapar unas sensaciones que afloran, que se suman poco a poco hasta explotar en un motivo catárquico, pero aislado al mismo tiempo. Un relato sobre la discreción de las conversaciones y el ruido de los silencios, como una bomba que explota, pero solo dentro de ti, mientras aguardas, callado, al siguiente movimiento.

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