En ocasiones el cine cuenta historias difíciles de abordar, historias que son incluso incomodas para algunas personas. Esta es una de esas ocasiones. 20.000 especies de abejas nos cuenta la historia del viaje de Cocó, quien nació con el nombre asignado de Aitor pero ella es una niña. Estibaliz Urresola escribe y dirige esta película en la que da la importancia que no da la sociedad a las infancias trans. En la actualidad la concienciación social respecto al colectivo trans está cada día más presente, pero los casos en la infancia no se encuentran tan presentes en el imaginario social.
La película se ha alzado con la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga
Esta película es una historia de búsquedas, de intentar encontrar el lugar. Ane, interpretada por Patricia López Arnáiz, busca en este viaje de verano su lugar. Esta madre de tres hijos en crisis matrimonial afronta esta semana de vacaciones en su pueblo como una búsqueda de sí misma. Una búsqueda de un espacio propio física y mentalmente mediante una huida en plena crisis personal. Por otro lado, tenemos el viaje de Cocó. La niña busca su propia identidad, no solo de género, sino de saber quien quiere ser ella misma. Durante toda la película busca un nombre, busca una identidad a la que responder.
La cinta también se encarga de contar el viaje de los familiares de quienes deciden iniciar la transición. Algo que huyendo de hipocresía, nunca es fácil para la familia pese a aceptarlo sin problemas. Asistimos a las diferentes formas de cambiara la mirada a la que la familia se enfrenta.
Huye de cualquier mecanismo de apelar a los sentimientos como motor de la historia
La directora es consciente de la complejidad y polémica del tema que está tratando, pero lo hace de una forma muy inteligente y sensible. Estibaliz opta por apelar a la ambigüedad que no suele haber en el cine, pero sí en la vida real. Huye del morbo, el lugar de buscar escenas que apelen al drama, nos cuenta la historia de forma orgánica. Se toma su tiempo con un montaje que deja respirar la historia que permite que los personajes tengan su tiempo y espacio necesario para desarrollarse. Evitando el histrionismo emocional, prima la tranquilidad en la narratividad de la historia. El relato se desarrolla mediante el subtexto de forma natural, haciendo así también participe al espectador en la construcción del relato.
La directora tiene en sus manos un diamante en bruto de la actuación. Sofía Otero con tan solo nueve años nos entrega una actuación digna de una profesional de larga carrera. En su actuación no solo se encuentra el naturalismo y verdad de los niños, sino también un trabajo a nivel técnico propio de una actriz profesional. En todo momento nos creemos al personaje de Sofía, es palpable como hace suyo el personaje y empatiza y entiende a este sin compartir en su vida el viaje que vive Cocó. Justo a Sofía está Patricia López Arnáiz, que sin miedo a equivocarme puede afirmar que logra la mejor actuación de su carrera.
20.000 especies de abejas también se encarga de dar un toque de atención incluso al adulto más concienciado socialmente. La cinta muestra a la perfección la facilidad con la que la mirada infantil asume y entiende a una persona trans. Mientras que para los adultos es un tema que pese a todo, nunca se afronta de una forma completamente tan natural como lo hace un infante.
Guion plásticamente hermoso, una cámara que se mueve junto a los personajes, un montaje que deja respirar a dichos personajes y una historia contada con naturalidad e inteligencia artificial. Con todo esto estamos ante un debut en la silla de directora que seguramente traerá aún más alegrías a todo el equipo de la película. Una cinta digna de mostrarse en las aulas y sobre todo de ser vista por los adultos, sin dejar de lado el gran logro a nivel cinematográfico ante el que nos encontramos.
