‘Delegation’, un salto a la madurez de tres amigos israelís a través de un último viaje escolar a Polonia y su memoria
‘Delegation‘ es un coming of age de tres jóvenes que realizan un último viaje juntos antes de unirse al servicio militar. No es un salto a la madurez convencional. Asaf Saban, director y guionista, nos muestra una películas con alumnos marcados por la política y su religión. Un viaje duro a un recuerdo que no pueden olvidar. Este marco es el que hace diferente la historia.
Un triángulo amoroso complica el viaje que realiza una delegación israelí a Polonia. Será su último recuerdo juntos antes de unirse al cuerpo del ejército. Jóvenes, inmaduros y curiosos se enfrentan a los monumentos que dejó el Holocausto. Con lágrimas en los ojos recuerdan un pasado que les toca muy de cerca, un ejercicio para no olvidar. Frisch, un joven no demasiado popular lleva a su abuelo, testigo de un pasado infernal. Junto a él van sus dos grandes amigos Nitzan e Ido. Juntos aprenden de manera abrupta sobre el amor y el no corresponder.
El escenario durante los 101 minutos es una Polonia actual. Con un pasado todavía muy de cerca, la policía pide a los jóvenes que tengan cuidado de llevar escritos hebreos en la ropa o de revelar que son de Israel, mientras les escoltan de hotel a hotel. No pueden ir solos por la calle, y como mucho han de ir en grupos de seis. El director marca la idea de que cualquier persona de Polonia les puede atacar por ser judíos, lo que puede contradecirse con una realidad. Nos indica que el miedo, muchos años después, sigue muy presente.
Una estructura narrativa algo sencilla pero que puede parecer perderse según evoluciona, nos dice las buenas intenciones de este primerizo Saban. Ahonda muy bien en los problemas adolescentes, que suelen girar en torno a ese primer y “verdadero” amor. Frisch se redescubre alejándose de todos y Nitzan e Ido comparten secretos como representación romántica. Todos lloran y se abrazan al descubrir los horrores de los campos de concentración, pero a veces no saben qué decir en los círculos que hacen para hablar. Sus cabecitas se asoman al mundo por primera vez, y ya no les queda tanto para decir. Como Frisch que repite las dos frases de moda, y en sus pensamientos flota todo lo demás.
Una película que no se moja demasiado la hace lo suficiente comercial para un público mundial. Tuvo un primer contacto en el Festival de Berlín y de ahí se ha ido acercando a quien quisiera mirar. No es demasiado profunda, pero abre los ojos a todo lo que rodea a algo que crea tanta controversia como es Israel. El transfondo es complicado y, al igual que la película, prefiero no meterme demasiado. Pronto en Filmin.
