Maurice, un referente en no saber qué se está haciendo
Que no os engañe su poco efectiva (por no decir mala) cartelería cuando la veáis en las salas de cine a partir de la semana que viene, esta película merece una oportunidad. Y es que, al menos a mí, la primera impresión que el póster oficial me había dado no me hacía confiar en El Gran Maurice. Por suerte juzgué mal esta simpática comedia dramática basada en la figura real de Maurice Flitcroft.
Pero, ¿Quién es este tal Maurice y por qué tiene una película? La primera parte de la pregunta es bastante más sencilla de explicar que la segunda.
Flitcroft es un padre de familia de un pequeño pueblo costero inglés en el que trabaja como operador de grúa en los astilleros locales. Hasta aquí, nada fuera de lo común, es un hombre sencillo que renunció a sus sueños para dar una vida mejor a su familia, pero que nunca ha perdido la esperanza en cumplirlos algún día.
El giro en la tranquila vida del británico llegará cuando, debido a la inestabilidad económica del país, su puesto de trabajo pende de un hilo. Lejos de desanimarse, Maurice decide que buscará otro empleo. Es entonces cuando, viendo un partido de golf en la televisión de su salón, se enamora de este deporte. Lo apuesta todo, convenciéndose de que logrará participar en la próxima edición del British Open, una de las competiciones más importantes dentro del mundo del golf.
Solo hay un pequeño inconveniente, Maurice no tiene ni idea de golf. Pero eso no tienen por qué saberlo en el Open.
Esta sinopsis es suficiente para imaginar el tono de esta película. Sí, puede parecer algo llana y predecible, pero es un encanto para el público. Consigue que un jugador inexperto que miente y engaña para llegar a un prestigioso campeonato resulte entrañable.
Es imposible querer verlo fracasar en su sueño, cosa que hace una y otra vez en la cinta. Levantándose cada vez que cae con un optimismo que, por suerte, no resulta empalagoso y del que es difícil resistirse. En esto intervienen el personaje en sí y la memorable actuación del camaleónico (y oscarizado) Mark Rylance.
Ese es uno de los aciertos de la película, como la historia de superación y perseverancia no resulta pedante. Así, El Gran Maurice se aleja de glorificar la desgracia constantemente (como sí hacen otros proyectos semejantes), acudiendo al factor comedia.
La película emociona y divierte al mismo tiempo, no tomándose en serio a sí misma en ciertos momentos y llegando a provocar alguna que otra lágrima en otros. Puedes encontrarte una escena onírica sobre los delirios de grandeza del protagonista o una emotiva conversación del matrimonio en el que se muestra su amor y apoyo incondicional.
Su ritmo animado y la grata sensación de dinamismo gracias a su montaje y a algunos divertidos movimientos de cámara y transiciones son favorables para la película. Todo esto bajo una fotografía interesante y cuidada, creando imágenes potentes y graciosas.
Hablaba del actor principal, Mark Rylance, pero la cinta no sería nada sin el resto del estupendo reparto. La nominada al Oscar Sally Hawkins también sobresale interpretando a Jean, la mujer del (intento de) golfista.
Es un buen paso en la corta carrera de su director, Craig Rogers, que consigue con El Gran Maurice un tercer largometraje sin mucha ambición pero que resulta sólido y disfrutable.
Quizás he sido algo benévolo con la película, o quizás se me ha pegado el optimismo de Maurice después de verla. Lo que está claro es que es una de esas cintas que te hacen sentir bien sin tener que hacer mucho. Y eso más que suficiente para ir a disfrutarla en el cine cuando se estrene este próximo 18 de noviembre.