La nueva película retrata a un Enzo Ferrari que no habla italiano
Ayer pude ver Ferrari, la película soñada del cineasta estadounidense Michael Mann que finalmente llega a las salas de cine este próximo viernes. La cinta transcurre durante un periodo complicado para el famosísimo fabricante de coches de carreras Enzo Ferrari, durante el verano de 1957. Con una empresa al borde de la ruina, una relación matrimonial en un estado aún más deplorable, el luto muy presente por la reciente pérdida de su hijo, y las complicaciones que suponen una doble vida amorosa, unido a la existencia de un hijo extramatrimonial, ocultado a su mujer, el expiloto de carreras está en completa y total crisis.
La historia real que inspira la película tiene todo lo necesario para que un cineasta de la talla de Mann huela el potencial cinematográfico, por lo que no es de extrañar esta última propuesta. De hecho, el director llevaba treinta años intentando hacer realidad este film. Con él vuelve a ponerse detrás de la cámara tras su última apuesta: Blackout (Mann, 2015).
Hasta aquí, todo resulta razonable. Sin embargo, lo que no consigo entender es por qué se siguen produciendo cintas que giran en torno a una serie de personajes reales, cuya lengua materna no es la inglesa, y a los que se fuerza a hablar con un ridículo acento que, de alguna manera, los estigmatiza al remarcar su extranjería, aún cuando no son extranjeros en la historia que se narra. Me explico. En el caso de Ferrari, las figuras principales son italianas, la acción transcurre durante todo el film dentro del país europeo, y en ningún momento la trama justifica que dos personajes completamente italianos, insisto, en Italia, mantengan entre ellos una conversación en inglés. Por tanto, deberían hablar en un inglés sin acento extranjero o, en su defecto, en italiano (con subtítulos).
Otros casos similares
Esta no es la única cinta que “americaniza” personajes extranjeros, sino que sigue un patrón potenciado por las producciones norteamericanas, que creen llegar así mejor al público (su público). El otro día intenté ver Sin Límites (Paul Morrison, 2008), coproducción EEUU- España que rememora la época de convivencia en la Residencia de Estudiantes de Madrid con tres figuras claves en la historia del arte español como son Federico García Lorca, Luis Buñuel y Salvador Dalí. Sin embargo, nuestros artistas patrios no hablan castellano, sino un inglés con acento hispano impostado que resulta extraño y que, para mí, fue lo suficientemente molesto como para no seguir viendo la cinta más allá de los diez primeros minutos.
No ha sido tan desagradable en el caso de Ferrari, al menos con tanta intensidad, seguramente porque no soy italiano, pero sí que me ha llevado a pensar en este sinsentido que Hollywood pretende normalizar.
Actuaciones memorables pero en un idioma incorrecto
Hay tres factores fundamentales que explican que el “inglés con acento” se utilice en películas como Ferrari. En primer lugar, la elección de los actores, el estadounidense Adam Driver y la española Penélope Cruz, encargados de interpretar al matrimonio italiano Ferrari, ninguno de ellos oriundo de Italia.
Pero, en realidad, no puedo culparlos a ellos, teniendo en cuenta que su interpretación es uno de los puntos más fuertes de la película. Driver plasma en su rostro todo aquello que el personaje de Enzo no demuestra con la palabra hablada y adopta perfectamente la piel del personaje gracias también a un estupendo trabajo de caracterización. Por otro lado, Cruz hace un ejercicio brillante dominando a la perfección tanto el registro dramático como el cómico. En las escenas conjuntas, saltan chispas entre ellos, interpretando de forma convincente a un matrimonio muy complejo. Sin embargo, en el momento en el que estos “italianos” abren la boca y comienzan a hablar en un supuesto inglés chapurreado, te das cuenta de que nada tiene sentido, hasta el punto que añoras los años de cine mudo.
Y lo más triste es haber desaprovechado el buen hacer de dos buenos actores, pues, de hecho, es muy probable que ambos pudieran haber interpretado estos papeles sin tener que utilizar un idioma equivocado. Penélope ya hizo lo suyo en la reciente L’immensità (Emanuele Crialese, 2022) en la que interpretó a una “mamma” italiana, que hablaba como tal.
Una dirección y mirada estadounidense
Que el realizador sea estadounidense también tiene mucho que ver en esto, al ser el inglés su lengua materna. Pero si tantos directores internacionales han sabido retratar a personajes históricos respetando su idioma original, estoy seguro de que Mann también habría sido capaz de hacer tal cosa. Es el caso de cineastas como el chileno Pablo Larrain, que ha producido una trilogía de películas sobre mujeres importantes de la historia de Estados Unidos o Inglaterra sin poner a sus actrices a hablar en español con acento guiri en ningún momento. Estas son Jackie (2016), Spencer (2021), o la inminente María (2024).
La raíz del problema de cintas como Ferrari
Pero, el tercer, y seguramente el verdadero problema que impide que el sentido común reine en estos biopics, es el país de producción, nuevamente, Estados Unidos. Este geocentrismo ególatra que caracteriza a Norteamérica tiene una gran influencia en la industria del cine. Esto visto con humor tiene su lado positivo, pues, por ejemplo, en Europa no tenemos que preocuparnos de los extraterrestres, ellos solo atacan la Casa Blanca. Sin embargo, el liderazgo hollywoodense también transforma a figuras históricas en unos malos hablantes de inglés que parecen haber olvidado su lengua materna salvo para soltar de vez en cuando alguna frase cliché.
Es obvio que los subtítulos, por mucho que le moleste a Bong Joon-ho (el cineasta coreano animó al visionado de películas extranjeras en versión original cuando recibió el Premio Oscar a mejor película en 2020), suponen una barrera para muchos espectadores. No quisiera atacar a la industria del doblaje, todo lo contrario. Pero querría hallar la raíz del problema, que no está en el doblaje; el problema radica en ese uso estúpido del acento que, obviamente, resulta poco creíble, ¿por qué una pareja italiana hablaría entre ella en un inglés imperfecto con un acento distorsionante, pudiendo hacerlo en su idioma natal que dominan y comparten?
Opciones en un mundo multilingüe
A estas alturas es preferible que, si el egocentrismo estadounidense no permite que se grabe en el idioma adecuado (en el caso de Ferrari, en italiano), al menos se grabe en un inglés normal y corriente. El espectador comprenderá que son cosas del doblaje para que pueda entender la película sin tener que leer, en vez de percibirlo como sinsentido. En realidad, ese uso burdo del acento solo consigue distraernos y sacarnos de la trama una y otra vez.
Nos queda muy claro que la sed de protagonismo de esta nación es mayor a la lógica o el arte en sí. Sin ir más lejos, hace unas horas se ha anunciado que Chris Rock (sí, al que le dio la bofetada Will Smith) prepara un remake de la danesa, y muy reciente, Druk (Thomas Vinterberg, 2020).