‘Vivir el momento’: Sección oficial del SSIFF’72

‘Vivir el momento’, con Florence Pugh y Andrew Garfield, una de las comedias románticas más esperadas del año

Vivir el momento‘, cuyo título original en inglés es ‘We live in time‘, es una de esas películas de las que se hacen eco en redes sociales muchos meses antes de su estreno. Su reparto, encabezado por Florence Pugh y Andrew Garfield fueron los culpables. Ya durante el rodaje se veían imágenes de una embarazada Florence agarrada de la mano de un sonriente Andrew. ¿Cómo ibas a querer perdértelo? Tú, que has crecido viendo a esos actores en otros proyectos en mundos paralelos.

We Live In Time
Fotograma de ‘We live in time’. Foto: StudioCanal

‘We live in time’ mantiene la narrativa mínima exigible a una comedia romántica de esta década. Chico y chica se conocen, se descubren perdidamente enamorados y de ahí a dar vueltas como el tiovivo que se hizo viral hace unos meses. El del caballo perturbado, me refiero. La química entre estos dos actores se mantiene real en todo momento. Los diálogos son fundamentalistas, equilibran la esencia de las típicas historietas de amor. No obstante, hay algunos guiños que evitan que caiga esta película en saco roto del romanticismo.

Para empezar, y la parte sin duda más especial, es la estructura en la que se fragmenta ‘Vivir el momento’. En mi opinión, lo único que logra que la película del director John Crowley no sea olvidada, y la que le otorgue el sello a mejor película de su filmografía. Aunque eso implique deslizarse entre la forma “fácil” de contar una historia, ir desmenuzándola. Y digo fácil entre comillas porque resulta sencillo que en montaje todo se corrompa, o que durante la preproducción caigan o crezcan escenas.

We live in time
Andrew Garfield y John Crowley presentando ‘We live in time’. Foto: Marta García Barrios

Nick Payne, el guionista, impulsa el drama en algunas de esas escenas memorables, atrayendo un foco de comedia desmedida en la gasolinera o en ese método de sacar un coche embotellado. La trama con una línea tan simple, ese querer formar una familia junto al amor de tu vida, lleva la cotidianidad a la extremo del cinematográfico. Hay instantes aquí donde brillan diálogos e ideas.

Con buenas intenciones, la película acaba cayendo en el error de melodrama injustificado con un final nada emocionante. Es como si durante las largas reuniones del equipo hubiesen planteado diferentes broches de cierre. Uno, tal vez, más arriesgado o palpitante capaz de hacer al espectador acercarse a la pantalla con los ojos como platos. Sin embargo, por alguna razón que desconozco, escogieron la metáfora frágil y vacía. Cómodamente olvidable.

La película se encuentra ya disponible en muchas salas de cine. ¡El año empieza ya!

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