El reciente juicio a David Suárez ha vuelto a levantar la polémica sobre el humor y sus límites. Un vez más, cuesta encontrar el matiz
Pavlo Verde Ortega
En abril de 2019 el cómico gallego David Suárez publicó un tuit hoy por todos conocido. En él se hacía el siguiente chiste: “El otro día me hicieron la mejor mamada de mi vida. El secreto fue que la chica usó muchas babas. Alguna ventaja tenía que tener ser síndrome de Down”. Tras esto fue despedido de Yu: no te pierdas nada y recibió una denuncia en la que se le acusaba de delito de odio. El lunes 29 de noviembre comenzó el juicio contra él, lo que ha reavivado la polémica original y el ya eterno debate sobre “los límites del humor”.
La absurdez de denunciar
Ciertamente denunciarlo parece desmesurado. Unas palabras tienen que ser realmente graves para que puedan constituir un delito. Eso no quiere decir que hubiese que aplaudir el chiste de Suárez. Ahora bien, había maneras mucho más proporcionales y justas de cuestionar su actitud. Quienes se hubiesen sentido, con derecho, ofendidos o cuando menos incómodos por el chiste podrían haberlo dicho públicamente, indicando los motivos de su reacción. También podrían haberle hablado directamente por privado e intentando hacerle ver por qué un tuit así estaba fuera de lugar. De esa forma tal vez (y solo tal vez) se habría podido mantener un diálogo público o privado mínimamente enriquecedor.
Sin embargo, con una denuncia a sus espaldas lo único que hará, que está haciendo, David Suárez es enrocarse en su postura y arrastrar consigo a todos sus fanes. Esto queda claro con las entrevistas que ha dado recientemente a raíz de su juicio. En ellas se muestra seguro, convencido, arrogante… y siente que la razón está de su lado. Cuando no debería ser así. Repito que denunciarlo me resulta una decisión pésima y si finalmente lo condenan lo consideraré injusto, pero eso no quita que el chiste en cuestión y otros tantos de Suárez respondan a una dinámica y una ideología muy cuestionables.
David Suárez, un parnasiano
Su argumento básico para bromear sobre “cualquier cosa” (esto ya veremos que no es del todo cierto) es la gratuidad del humor. Suárez, al igual que muchos cómicos españoles como Ignatius, Berto Romero o Broncano, es un parnasiano de la risa que defiende “el humor por el humor”. A su juicio, este no tiene límites de la misma manera en que la tragedia no los tiene. Ponerle barreras a la comedia sería obstaculizar su naturaleza, pues según las propias palabras de Suárez, se trata de: “un método para llegar a verdades universales”. Así pues, si alguien se ofende en el camino no era esta su intención. Tal ha sido su discurso en el juicio cuando ha declarado que no pretendía “vejar a nadie”.
Contextos
Sin embargo, el humor no es puro. Y definitivamente tampoco universal, pues depende del contexto. Nadie se ríe cuando le dan los buenos días por la mañana. Haría falta un cómico o cómica genial, capaz de sacar de su contexto habitual esas palabras, para que algo así resultase gracioso. Del mismo modo, un chiste que dijera: “El otro día me hicieron la mejor mamada de mi vida. El secreto fue que la chica usó muchas babas. Alguna ventaja tenía que tener ser neurotípica” no haría gracia en principio. ¿Por qué? Porque nuestro contexto es una sociedad capacitista que pone a unas personas por encima de otras en función de sus capacidades físicas y neurológicas. Ese chiste solo puede funcionar a la inversa, hablando de una persona Down, que es la que está en desventaja en nuestra sociedad.
No se trata tanto de valorar la cantidad de risas (o de rechazo) que ha producido este chiste o cualquier otro. Se trata de analizar las condiciones estructurales y simbólicas que hacen posible la risa. Y si un chiste como ese puede llegar a parecer gracioso es porque parasita una serie de prejuicios y dinámicas sociales discriminadoras en este caso hacia las personas Down. Cuáles fueran sus intenciones es lo de menos. Parafraseando una publicación de Instagram de Afroféminas, más valdría pensar en la injusticia de quienes están debajo que en las intenciones de los de arriba.
La democracia de la risa según Suárez
David Suárez podría defenderse diciendo que precisamente hace chistes así con fines igualitarios. En un vídeo de hace dos años afirmaba: “Lo que a mí me flipa de dedicarme a esto es que no hay nada más igualitario que reírte de todos sin excepción”. Más recientemente decía en una entrevista: “La protección es no dejar fuera a nadie, dar un trato igualitario a todos. Dejar fuera del lenguaje cómico a una persona, que todos nos tapemos los ojos y pensemos por ejemplo que las personas con síndrome de Down no tienen relaciones sexuales precisamente es más discriminatorio, más paternalista y más asqueroso, no se me ocurre otra palabra, que ignorarlo”.
Pero, ¿tratar igual a todo el mundo es ser igualitario? Si mañana el gobierno decidiera privatizar por completo la sanidad pública esto afectaría a todo el mundo. Estaría siendo igualitario, ¿no? Y, sin embargo, esta decisión prácticamente no afectaría a quienes pudiesen permitirse un seguro privado, mientras que sería una catástrofe para la persona común que a duras penas llega a fin de mes. Volviendo a Suárez, se puede hacer un chiste con personas con síndrome de Down. Se puede hacer hablando de su sexualidad. Eso habría sido igualitario. Hacer un chiste de una persona Down, en la que el único giro cómico es que es Down es, al contrario, aprovecharse de una situación de desigualdad. Venderlo de labor humanitaria es además hipócrita.
Máscaras pseudoigualitarias
Pero esta no es la mayor hipocresía de los cómicos como Suárez. Arriba afirmaba reírse “de todos sin excepción”. “Del fuerte, del débil”, seguían sus palabras. Ya hemos visto cómo se ríe del débil. ¿Y del fuerte? Buena suerte buscando. Si googleas “David Suárez política” lo único que sale son frases suyas sobre la corrección o incorrección política. Ni una sola broma sobre políticos corruptos o reaccionarios, sobre la masculinidad, sobre empresarios explotadores, sobre la monarquía… Por supuesto, no tiene ningún motivo para hacer chistes de estos temas. Ahora bien, que no se defienda de las críticas diciendo que se ríe “de todos sin excepción”. Porque este discurso no es sino una justificación del hecho de que su humor se nutre única y exclusivamente de “los nadies” de nuestra sociedad, que diría Eduardo Galeano. Los nadie que valen menos que la broma que les gastan.
Conclusión
Repito que no respaldo su denuncia y si finalmente es condenado me resultará injusto. Nadie debería ir a la cárcel por un chiste. Más aún, creo que está en su pleno derecho de hacer chistes así. En eso estoy de acuerdo con todos los cómicos que han apoyado a David Suárez. Pero esto no hace que su humor pase a ser inocente e inofensivo y mucho menos igualitario. Más bien es al revés. Por suerte se pueden criticar las cosas sin acabar en los juzgados.
Para una reflexión crítica sobre los límites del humor véase este vídeo.