Fue la mano de Dios: “fiat ars, pereat mundus”

La nueva película de Sorrentino brilla por su belleza incuestionable. Pero, ¿basta la belleza para sostener una película?

Son numerosos los protagonistas de esta película. Filippo Scotti por un lado, el adolescente taciturno, lector de los clásicos perdido en la vida. También la familia Scotti en su conjunto, clan apegado, risueño y protector que en sus reuniones nos deja algunos de los momentos más hilarantes del guión. Otro protagonista incuestionable es Diego Armando Maradona, con sus goles inverosímiles y la estela que tras de él va dejando.  Más en general son asimismo protagonistas la Società Sportiva Calcio Napoli y el fútbol. Por no hablar de la ciudad de Nápoles, que Sorrentino recorre con bellos planos generales. No podemos dejar de mencionar tampoco el sexo, inseparable amigo del director napolitano, para lo bueno y para lo malo. La belleza también lo es, así como todo lo que la mueve: los cuerpos, los paisajes, los clásicos, el cine… Un último protagonista, quizá el principal, es el propio Paolo Sorrentino, pues el filme supone ante todo de una rendición de cuentas consigo mismo y su pasado.

La gran belleza de Sorrentino

El director italiano tiene un gran don para crear películas envolventes que te atrapan y te convencen durante el tiempo que duran. Esta no es la excepción. Haberla visto en el cine, en pantalla grande, es una experiencia más que satisfactoria. Durante las dos horas largas que duró sentí cómo Sorrentino jugaba con el tiempo y las imágenes y hacía contorsiones con ellos. Fue la mano de Dios es sin duda un sofisticado culto a la estética, en el sentido literal de “percepción” y en el estricto. Se trata de un baño de belleza, esa gran belleza por la que siempre reconoceremos al napolitano.

Otro aspecto que llama la atención es la forma en que Sorrentino tensa las costuras de la lógica sin sobrepasarlas nunca. La película está salpicada de hechos que no son ordinarios, pero tampoco llegan a resultar extraordinarios y se entremezclan con la cotidianeidad de sus protagonistas. Todo ello aporta una dimensión de realismo ¿mágico? que añade nuevas capas de encanto al celuloide. 

Ética y estética

En definitiva, se trata de una película encantadora y muy bella en su despliegue. El problema es que la estética del filme, por majestuosa que sea, nunca va acompañada de una ética sólida. Los papeles femeninos de esta película son un buen ejemplo de ello. Abundan los pechos (e incluso las vaginas) y un erotismo atravesado por la “mirada masculina” (male gaze), todo muy bien logrado, pero, ¿cuál es el mensaje detrás de todo esto? ¿Qué reflexión más allá de la experiencia nos dejan estas imágenes hermosas? Poco aparte de unos cuerpos cosificados que solo sirven para dar motivaciones al protagonista. A él, por cierto, jamás lo vemos desnudo. Quizá precisaríamos de una belleza algo más pequeña y humilde. Una belleza que no se creyese con derecho a todo solo por el hecho de ser tal.

Fiat ars, pereat mundus (hágase el arte, muera el mundo) sería un buen lema para este último trabajo de Sorrentino, si no para toda su filmografía. La película es como el personaje que le da título y trasfondo: Maradona. Todo en su terreno lo hace con un gusto exquisito, como si rozase a Dios con la mano. El problema es que le cuesta bajar a la tierra y enfrentarse a la realidad ondulante de la vida, que tanto uno como otro solo son capaces de apreciar desde una óptica hiperestetizada donde la ética y la reflexión no son primordiales. 

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