Una invitación de dos horas para convertirse en niño y descubrir una nueva forma de observar la vida
María Martínez
Uno de mis libros de referencia desde la infancia es El Principito. Cada vez que lo leo recapacito más sobre el mensaje y me arriesgo a deciros que es complicado que un niño lo entienda. Supongo que cada uno lo analiza desde su perspectiva personal y que lo que me despierta no será ni lo más correcto ni un pensamiento universal. Pero hoy me atrevo a compartirlo con vosotros.
La historia que cuenta Antoine de Saint-Exupéry es pura sensibilidad a la hora de observar el mundo. Es una alabanza a los niños desde una profunda crítica a los adultos. No entiende por qué a los más mayores solo les importan conceptos matemáticos como el dinero o la edad mientras se pierden la esencia de la vida. No observan la naturaleza. No miran a sus flores, a sus estrellas o a sus animales.
El ser humano corrompido por las falsas creencias sobre lo necesario para vivir deja de lado todas las connotaciones implícitas que le acompañan en cada paso. Pero cuando nace, no es así. La sociedad lo ha transformado y moldeado hasta llegar a ese punto mientras que el desconocimiento de los más pequeños se convierte en profunda sabiduría. Ignoran los antecedentes de lo que les rodea, no tienen argumentos para juzgarlo. Pero sí ojos y curiosidad por descubrirlo.
Cuando el principito visita la Tierra manifiesta no comprende las profesiones que se desarrollan desde la distancia en un mundo lleno de magia. Encuentra una naturaleza asustada por las acciones del hombre. Tampoco entiende por qué quieren poseer o reinar algo que a penas conocen.
En busca de la perfección
El relato demuestra que los niños son los grandes entrevistadores de la vida aunque muy pocos adultos sean capaces de escucharlos. Exime de cualquier juicio a todos los denominados locos que simplemente quieren razonar sobre conceptos sin respuesta. El autor nos da un pensamiento racional sobre lo irracional y nos invita a una nueva manera de vivir. Otra de las cosas que podéis desarrollar junto con nuestro protagonista es la capacidad de imaginación. Con sus dibujos descubriréis que nada es lo que parece y que los requisitos indispensables sobre algo que se acerque a la perfección solo pueden encontrarse en el interior. En apariencia todo será imperfecto para un ser humano dispuesto a sacar pegas y más pegas.
Tan solo estoy ofreciendo que realicéis un viaje estelar al asteroide B612. La experiencia no os llevará más de dos horas y el final será el comienzo de otras muchas aventuras. Eso sí, con diferente perspectiva. Habréis comprendido la importancia de cuidar lo que nos rodea y la capacidad de descubrir su utilidad en la vida. Despertaremos el sentido de protección al conocer que lo que tenemos es único.