‘Llámame Sinsorga’: Un edificio propio

En el centro de Bilbao se escuchan ruidos de obra que provienen de un centenario atelier de vestidos de novia. Dos periodistas han contratado a un grupo de obreras para transformarlo en el primer centro cultural feminista de la ciudad. Su nombre será ‘La Sinsorga’, un espacio de cuatro plantas hecho por y para mujeres feministas y queer, pero abierto a todo el mundo. En él, lo kitsch y lo industrial enmarcan actividades culturales para generar un espacio de encuentro único. Estas son la historia y las dificultades de su construcción.

Fotograma ‘Llámame Sinsorga’. Foto: Agencia Freak
La reconstrucción de La Sinsorga

Al igual que otros documentales recientes que plantean la relectura de las ciudades desde una óptica feminista, Llámame Sinsorga recoge la iniciativa de las periodistas Irantzu Varela y Andrea Momoitio. Vinculadas a la revista feminista Pikara y como mujeres lesbianas, su propósito es crear un espacio cultural que sentir propio.

El proyecto nace entre la apuesta y la broma sin concreción para materializarse tiempo después en este antiguo símbolo del amor romántico que se proponen recuperar para darle cabida en el presente. Así surge el nombre del espacio: La Sinsorga. Palabra de origen vasco, “sinsorga” es un término muy usado en Bilbao y Bizkaia para referirse a las mujeres ligadas al movimiento feminista. Su traducción vendría a ser: mujer indiferente, apática, insustancial.

Todo lo contrario al interior de La Sinsorga. Entre molduras kitsch con corazones, inoportunas tuberías rojas y doradas y una imponente lámpara de araña que peligra entre los andamios, las obreras reconstruyen espacio. Las imágenes de una maqueta de la tienda nos muestran su interior, como si fuera una casa de muñecas llena de maniquíes desmembrados que pronto se convertirá en un hogar.

Los ruidos de taladros, radiales y martillos llenan el espacio, y en un interesante ejercicio de montaje y diseño sonoro, se transforman en ritmos musicales que componen la banda sonora de la película. Además, el sonido permite un juego interesante con la performance que recuerda a Orlando, mi biografía política. Un grupo de músicas versiona canciones como ¿Por qué te vas? o Pobre Diabla partiendo de esos ritmos que les dan un nuevo significado.

Fotograma ‘Llámame Sinsorga’. Foto: Agencia Freak
Más allá de la “habitación propia”

Marta Gómez y Paula Iglesias, directoras y guionistas de documentales a través de su productora Al Borde films, presentaron el pasado 24 de noviembre Llámame Sinsorga en el Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao ZINEBI. Al igual que su anterior trabajo, Hondarrak, que también se presentó en el festival, el documental continúa explorando la vida de las trabajadoras en sectores invisibilizados desde una perspectiva feminista.

Por su parte, para Irantzu y Andrea la “habitación propia” de Virginia Woolf se ha quedado pequeña y, más cercanas a la rabia y la crudeza de Virgine Despentes, se proponen ir un paso más allá. No sólo van a hacer la obra únicamente con mujeres, también van a ayudar a su profesionalización creando una red nacional con todas aquellas que trabajen o se quieran dedicar a estos sectores masculinizados.

Pero el optimismo de las primeras reuniones disminuye considerablemente hasta lograr solo cinco obreras. En este punto, el documental plantea una reflexión interesante sobre la dificultad de encontrar mujeres en estos campos, y no es precisamente porque no haya candidatas. Bien por falta de profesionalización, de oportunidades, por la violencia sexual o por la condescendencia de los hombres, “muchas lo han acabado dejando y dedicándose a otra cosa porque están hartas”.

Pese a la sororidad y la organización colectiva de las interesadas en ayudar con su trabajo y la intención de Irantzu y Andrea de contribuir a la visibilidad a las mujeres en el sector, fue iluso “creer que por generar las condiciones íbamos a cambiar una situación que lleva siglos manteniéndose e impidiendo que las cosas cambien”.

Un llamado a la acción

Llámame Sinsorga es una propuesta interesante tanto por su forma como por el contexto en el que se estrena. Aunque la performance y la experimentación narrativa pueden perjudicar la profundidad con la que aborda las problemáticas, su mayor virtud radica en poner el foco sobre las mujeres en espacios masculinizados de manera que no se había hecho en el cine hasta ahora. También en subrayar la importancia de que los espacios feministas y queer se extiendan más allá de “esa habitación”.

Aun con todo, el documental plantea una pregunta dolorosa, pero que invita a la reflexión y, sobre todo, a la acción: ¿es posible cambiar las cosas si las condiciones siguen siendo las mismas?

Estreno en cines este viernes 28 de noviembre.

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos y para mostrarte publicidad relacionada con sus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Leer y personalizar
Privacidad