Postcine: ¿de dónde venimos y a dónde vamos?

En este artículo analizamos críticamente el vídeo de Zoom f7 sobre el postcine y exploramos el alcance real de dicho término

En un vídeo reciente los youtúberes del canal sobre cine Zoom f7 publicaron un vídeo titulado: “El Postcine”. Allí se inspiraban en las reflexiones sobre el fútbol del escritor y periodista Juan Pablo Meneses para aplicarlas al séptimo arte. Según Meneses el fútbol como espectáculo está en vías de extinción. Su lugar lo ha ocupado el postfútbol, una nueva modalidad del deporte donde lo que cuenta no son los 90 minutos en el campo, sino todos los movimientos extradeportivos que hay entre partido y partido. Muy señaladamente, los tejemanejes económicos.

Las multinacionales compran entradas a los partidos de tal forma que quienes ocupan las gradas se convierten en clientes y no en hinchas deportivos. Patrocinan a selecciones permitiéndose el lujo de poder vetar a jugadores si así lo desean. Y en lo que atañe a los jugadores, su objetivo no es tanto ganar títulos, sino ser adquiridos al mayor precio y levantando grandes expectativas mediáticas más por sus negociaciones que por su juego.

Del postfútbol al postcine

¿Qué tiene esto que ver con el cine? A ojos de Zoom f7, que con este arte está pasando algo similar. Ahora mismo “la película es lo de menos”. Lo que importa no es el largometraje, sino lo que hay en torno a ella. Especialmente las teorías de los fans y los comentarios en redes sociales y YouTube. Por medio de estos las productoras extraen lo que supuestamente queremos ver. Y así se escriben los guiones.

Esto tiene como consecuencia que el espectador o espectadora no vaya al cine a sorprenderse, sino a corroborar. A confirmar que su teoría era la correcta. A encontrarse con un personaje cuya presencia en el filme era un secreto a voces. Un buen ejemplo de esta dinámica sería la reciente Spider-Man: No way home, una película donde las ideas y emociones solo podían ser preconcocinadas a causa de la intensa conversación en torno a ella antes y después del estreno. Otro tanto podría decirse de versión de Snider de La liga de la justicia, que se realizó a petición de los fans.

Según Zoom ft, de esta manera se pierde lo que el cineasta Tarkovski llamaba “encadenamiento asociativo”. Este consiste en que el director o directora al hacer una película no la cierra, sino que deja su significado abierto a las interpretaciones de quienes la vean. Cada una de estas personas, desde su perspectiva y circunstancias, cerrarán la obra y le darán un significado particular que enriquecerá el filme. Sin embargo, ahora el o la fan hace la obra antes de empezarla y le impone un significado previo a la existencia de la propia cinta. Así, cuando va a verla al cine el encadenamiento asociativo se vuelve imposible.

Vídeo de Zoom ft sobre el postcine

En esto consiste el nuevo paradigma del poscine. Un modelo creativo basado en la satisfacción del público, pero no desde el respeto al mismo, sino desde la condescendencia. Se trata de un “lo que tú digas” cuyo único fin es el beneficio económico. Para ello lo que importa es la conversación en redes. La película es un medio subordinado a esa conversación (y a los intereses económicos). Importa poco y se olvida rápido, pues nada más acaba ya estamos esperando a la escena poscréditos que nos dé el nuevo tema de conversación.

Los límites de lo “post”

Esto piensan los compañeros de Zoom ft. Estoy de acuerdo con la idea de que las grandes producciones que acaparan hoy la cartelera son piezas prefabricadas. También con que el debate en torno a estas películas (las de Marvel, por ejemplo) no gira en torno a los posibles significados de la obra, sino a hipótesis concretas de los fans que, al contrario que las interpretaciones subjetivas, se pueden verificar en la siguiente entrega. De la actitud condescendiente y conservadora de las grandes productoras no hay ninguna duda. Tampoco del impacto que las redes sociales han tenido en nuestra relación con la cultura popular. La cuestión, pues, no es si este análisis es correcto, ya que a todas luces lo es. Se trata de ver si realmente se puede hablar de una época “post”, de un después. Y de lo que podemos hacer al respecto.

En este sentido, soy escéptico con todo lo que lleve el prefijo “post”. No por conservadurismo, sino porque decir que antes las cosas eran de una manera y ahora son de otra implica asumir una ruptura demasiado grande. Normalmente en ese “antes” podemos encontrar numerosos precedentes del “ahora”, aspectos que funcionaban casi igual y que sensu stricto nos impedirían hablar de un antes y un ahora, sino de un durante. Este es el caso del cine de Hollywood.

No seamos cenizos…

Si una de las señas del postcine es que lo que ocurre en la pantalla es lo de menos no estamos ante un fenómeno nuevo. De hecho, la historia de Hollywood ha estado marcada por aspectos extracinematográficos que han condicionado muy severamente el tipo de producciones que podían llevarse a cabo. Recordemos tan solo la caza de brujas del senador McCarthy que “depuró” a los actores, actrices, guionistas y directores de ideología comunista durante los años 40 y 50. O el código Hays, vigente de 1930 a 1967, que restringió lo que podía y no aparecer en las pantallas estadounidenses y censuró cosas tales como la “perversión sexual” (homosexualidad) o el vello axilar de las mujeres.

Vídeo de Broey Deschanel sobre la muerte del cine

Todo esto, sumado al conservadurismo intrínseco a las productoras de un arte tan arriesgado económicamente como el cine, dio lugar durante casi cuatro décadas a un estilo audiovisual y narrativo estandarizado que nos dejó grandes clásicos, pero también cantidades ingentes de refritos que nadie recuerda. En los últimos años de esta época conocida como el sistema de estudio, allá por los 60, el desgaste era ya evidente y fácilmente se podría haber hablado de un “postcine”. Sin embargo, pocos años después nació el Nuevo Hollywood de la mano de directores emblemáticos como Steven Spielberg, Francis F. Coppola, Martin Scorsesse, George Lucas o Barbara Loden, entre otros. Tal vez, como dice Broey Deschanel: “el cine tiene que morir cada tanto para renacer mejor que nunca”.

… pero tampoco optimistas

¿Quiere esto decir que tras el postcine en que supuestamente vivimos vendrá una nueva ola de neocine que dé un soplo de aire fresco a la industria? No necesariamente. Bien es cierto que nos hemos acostumbrado a una monótona cartelera de rebuts, remakes, secuelas y universos cinematográficos donde la mayoría de películas individuales importa poco.

También hay que contar con las plataformas de retransmisión en directo/streaming, cuyo papel es ambiguo. De nuevo con Deschanel, por un lado: “Nos exponen a grandes cantidades de películas y series y aceptan proyectos de medio-bajo presupuesto que los estudios rechazan, mientras al mismo tiempo suponen la misma amenaza a los estrenos en sala que hizo a los estudios tan conservadores en un primer momento”. Por último, y como bien señala Zoom ft, no podemos olvidarnos del impacto de las redes sociales e internet, que genera unas dinámicas en la producción y realización de largometrajes que obviamente eran desconocidas en el Hollywood clásico.

Conclusión: más allá del postcine, el mundo entero

Ahora bien, echando la vista atrás y recordando de dónde venimos los motivos para el pesimismo, aunque existen, son más relativos. Restringirnos a hablar de postcine es quizá limitarnos demasiado. Y no solo en el tiempo, sino en el espacio. Una vez más, solo hemos hablado de Hollywood, como si la historia del cine estadounidense fuese sinónimo de historia universal. ¿Qué pasa en Irán? ¿Y en Corea del Sur? ¿Y en Senegal? ¿Qué pasa en mi país (España)? ¿Y en cualquier otro país del mundo? No cabe dar una única respuesta, pero lo que está claro es que pasa algo. En todas partes se hace cine, más o menos comercial, pero no regido por las lógicas de Hollywood.

Puede que la mejor manera de escapar al pesimismo post sea viendo películas de otros lugares, en otros idiomas aparte del inglés, exponiéndonos a culturas diferentes, formas distintas de enfocar la cinematografía y la narración… Descubriendo, en suma, que a pesar del conservadurismo de los estudios hollywoodienses la diversidad siempre será la base del séptimo arte. Y si después estos mismos estudios deciden apostar por producciones más arriesgadas y enriquecer aún más el mundo del cine, tanto mejor. Pero eso, sinceramente, es lo de menos.

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