‘Rendición’ ante la privacidad

Ray Loriga y su historia sobre los ojos confundidos, el destierro y la falta de conciencia

María Martínez

Una guerra que dura una década, la incertidumbre sobre la vida de unos hijos o la acogida de una víctima de batalla. Son algunos de los elementos de ‘Rendición’. Desde este prisma bélico, Ray Loriga muestra una combinación de dudas y circunstancias que irán cambiando en cada momento. Hasta el punto de tener que comenzar por imposición un nuevo camino de destierro. Analiza el contraste que se produce tras las paredes de una vivienda al lado de la ausencia de intimidad como resultado del conflicto social.

Portada de Rendición
Portada de ‘Rendición’ de Ray Loriga

El valor del tiempo para el olvido desaparece y no temer se convierte en una norma de obligatorio cumplimiento. El protagonista se aleja de las necesidades primordiales de la mente humana en las que sus peores pesadillas no pasaban por el apuro de ser vistas por todos.

Los recuerdos dejan de ser tradiciones y la ciudad se convierte en una equivocación inservible. Su vida presente va a carecer de cualquier similitud con la felicidad. Se han esfumado las partes de los instantes del pasado que hacían que el tiempo transcurriera.

Un camino de soledad

La narración alude a un hombre que no se siente identificado con la vida que ejerce y que está destinado a no reconocer sus propios pasos. Le faltan los acordes que le hacían no sentirse en soledad y no tener que cuestionarse qué parte se queda de la perfección del mundo que ven unos ojos confundidos.

En ‘Rendición’ se utiliza la privacidad como muestra de la oculta ignorancia y como ejemplo de nuestra ignorancia consciente el concepto de sociedad que hemos creado. Se siente sumiso ante todo lo que gira a su alrededor, ante la incomprensión de que los ciudadanos se olviden del dolor y opten por vidas reciclables.

Las construcciones generadas para una nueva forma de agrupación y la falsedad en las actuaciones logran que su entorno se incluya en la burbuja de fingida vida plena. Para muchos, una mirada ajena bastará para salvarse.

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