Es muy difícil el amor cuando eres un demonio: Kemonozume

¿Qué pasaría si Romeo fuese un cazademonios y Julieta una bestia sedienta de sangre?

Pronto será el día de San Valentín, esa fecha creada por las grandes corporaciones para que gastemos dinero en tonterías para nuestras parejas y seres queridos. Con la excusa del amor presente, pero, al fin y al cabo, el objetivo es que te quedes sin ahorros.

Sin embargo, también es una fecha perfecta para recomendar obras cuyo tema es este sentimiento tan único como es el amor. Tanto es así, que cada cual tiene su definición del mismo, desde lo más posesivo hasta lo más platónico. Además, que el amor no es algo perpetuo e inmutable, esa emoción evoluciona a cada instante e, incluso, puede desaparecer por azares del destino.

En el mundo del anime, existe un género que lo abarca, el Shojo (o Shoujo). Ese chico conoce a chica que al cruzar miradas por primera vez, un huracán de sensaciones los envuelve y sabemos que van a tener algo tarde o temprano. No obstante, normalmente se centra en ese primer amor en la adolescencia durante el marco del instituto o al inicio de la universidad. Shigatsu wa Kimi no Uso (Naoshi Arakawa, 2014) o Toradora! (Yuyuko Takemiya, 2007), son perfectos ejemplos del género.

Es cierto que hay obras sin esta categorización, cuyo romance entre los protagonistas puede ser una trama igual de importante que la principal, como en Katanagatari (Nishio Ishin, 2010) o Devilman Crybaby (Masaaki Yuasa, 2018). Y es de este último autor, el cual vamos a dedicar esta recomendación, con una de sus obras más denostadas, la mejor revisión del tropo de Romeo y Julieta: Kemonozume.

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La pasión inicial de una relación

Masaaki Yuasa es de los directores más únicos en la animación japonesa. A diferencia de la mayoría de autores, él no intenta hacer un estilo “Kawai” ni bonito a simple vista. Su animación se centra en una animación fluida con modelos de personajes poco definidos para mostrar crudeza y realismo, ya que no intenta encandilar al espectador con un dibujo bello, sino con un espectacular visual que no se podría conseguir en la ficción de imagen real.

Yuasa empezó en el mundillo siendo animador y luego director de algunos episodios de Crayon Shin-Chan. Fue gracias a esto que pudo dirigir y escribir su primera película: Mind Games (2004). Que ,aunque no fue un bombazo en taquilla, si le dio el suficiente crédito para que Madhouse, productora de anime de obras como Death Note (Tsugumi Ōba, 2006) o Kaiji: The Ultimate Survivor (Nobuyuki Fukumoto, 1997) , le echase el ojo. Dándole luz verde a dirigir y escribir su primera serie de anime.

Kemonozume nos cuenta la historia de un mundo donde los demonios existen desde tiempo inmemorables. Seres que se alimentan de humanos y que se pueden mimetizar entre nosotros, llamados “Shokujinki“. Estos monstruos campaban a sus anchas, hasta que un día una familia inventó un arte marcial el “Kifūken” capaz de matar con facilidad a estas bestias. Gracias a ellos, el mundo pudo luchar contra estos seres y la raza humana vivieron en paz durante un largo tiempo. Milenios más tarde hasta nuestros días, el último heredero de esta arte marcial: Momota Toshihiko, conoce a Yuka una joven de la cual se enamora perdidamente y ella de él. Sin embargo, este amor no será tan fácil de llevar, ya que ella es un demonio y su sed de sangre florecerá continuamente.

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El amor mata

El tema se centra sobre un amor prohibido, como tanto se nos ha contado, pero se exploran temas pocos vistos en el anime convencional. Uno de ellos es el ¿Puedes querer a una persona muy diferente a ti? Yuka al un demonio podría ser donde se centraría este tema. No obstante, se nos muestra como ella y Momota difieren en las perspectivas de vida que quieren. Mostrándonos, como al principio la pasión y el sexo es lo que los mantiene junto. Pero a medida de los trece episodios de la serie avanza, su relación también y es precioso como arreglan sus problemas de pareja.

Eso sí, la serie no es perfecta y se nota que es uno de los primeros trabajos del director. Algunos momentos que podría profundizar y explorar sus personajes, Yuasa pasa de largo para ponerte otra escena de sexo (hay demasiadas). El villano de la obra es mono dimensional y está muy desaprovechado, pareciendo una caricatura. Algunas veces da la sensación que nos centramos tanto en Momota, que los sentimientos de Yuka quedan a un lado, y eso es perpetua un poco de la idea de la obra como una relación que cambia con el tiempo.

Sin embargo, existe el capítulo nueve, siendo uno de los mejores episodios que recuerdo en mi vida sobre dar el paso en una relación en cualquier ficción. Además de su increíble música, formada por un jazz roto que ayuda a empatizar con los protagonistas.

Kemonozume examina una relación en los momentos que la mayoría de obras no se atreven a indagar, el durante. Mientras que en otras películas o series siempre se explora el momento de conocerse y empezar a salir, terminando justo cuando la pareja se asienta. La relación de Momota y Yuka la vemos desde su principio hasta su final. Como tantas historias que nos cuentan nuestros seres queridos o que experimentamos nosotros mismos.

Quién te iba a decir que una de las obras que mejor exploran el amor humano, está protagonizada por un demonio.

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