Mireya Santiago
Frida Kahlo se alza como uno de los iconos históricos del feminismo, y no es para menos. Repasamos los pasos de su vida personal y poco convencional, que retrató muy bien durante su intensa carrera como pintora.
Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, más conocida como Frida Kahlo, nace (1907) como la tercera hija del fotógrafo Guillermo Kahlo con su segunda mujer, Matilde Calderón. Las hermanas mayores de Frida, nacidas del primer matrimonio de su padre, pasaban los veranos con la familia en la famosa Casa Azul. Convertida actualmente en el Museo de Frida Kahlo.
La pequeña Frida pasó una difícil infancia debido a distintas enfermedades. Con 6 años, contrae una poliomielitis, enfermedad infecciosa que le obligó a sufrir operaciones. Además, le dejó secuelas. Sin embargo, esto no paró su entusiasmo. Con la ayuda de su padre, practicó diferentes deportes. Incluso algunos poco habituales en niñas en la sociedad de esos tiempos.
De alguna manera, las limitaciones motrices de su cuerpo y las múltiples operaciones dejaron huella en el desarrollo de Frida, llegándose a sentir muy sola. Así lo refleja posteriormente en Niña con máscara de muerte o Ella juega sola (1938).
En 1922 ingresa en la Escuela Nacional Preparatoria de Ciudad de México para estudiar medicina. Por ese tiempo, acababan de admitir a las mujeres en sus aulas. Esta etapa de su vida, también será plasmada después por la artista en sus obras. Los Cachuchas (1927) representa al grupo político y activista al que Frida pertenece durante su época de estudiante.
En 1925 comienza a trabajar en un taller de grabado e imprenta, donde ya detectan en ella dotes para el arte. Sufre entonces un gran accidente, cuando su autobús es arrollado por un tranvía. Su columna vertebral queda gravemente dañada, además de el hueso pélvico, costillas y clavícula, entre otras cosas. Frida pasa por múltiples operaciones quirúrgicas, hasta 32, y demás tratamientos de la medicina de esa época.
El hecho de tomar reposo, le hace aficionarse a la pintura. Su primer autorretrato lo realiza en 1926. Desde entonces, va a reflejar su vida y sus vivencias en todas sus obras. Con ello, empezará a frecuentar los ambientes políticos y artísticos. Llegando incluso a asistir a las reuniones del Partido Comunista de México, lo que le llevó a conocer a su marido, el también artista Diego Rivera.
Desde un principio, el muralista Diego animó a Frida a seguir adelante con su carrera artística. Su primer matrimonio tubo lugar en 1929, el cual estuvo marcado por una unión creativa pues ambos se influenciaron en sus obras. Tuvieron aventuras con otras personas, aunque sí es cierto que él no le permitía la infidelidad cuando era con hombres. A las mujeres nunca se opuso. En Dos desnudos en el bosque (1939), la artista representa dos cuerpos femeninos disfrutando de su sexualidad.
Frida, por su parte, nunca pudo tener hijos debido al accidente que había sufrido, provocándole incluso un aborto que representó en Hospital Henry Ford (1932).
“Creían que yo era surrealista, pero no lo era. Nunca pinté mis sueños. Pinté mi propia realidad”, Frida Kahlo
Algo que marco la vida amorosa de Diego Rivera y Frida Kahlo, fue la infidelidad de él con la hermana de la pintora. Tanto que la pareja pasó por un divorcio, aunque luego tuvieran una segunda oportunidad. Lo que llevó a Frida a vivir una crisis depresiva que aliviaba con alcohol; fue en este momento cuando pintó Las dos Fridas (1939).
Frida viajó hasta San Francisco para someterse a una nueva operación de columna. Después, la pareja vuelve a Nueva York y decide retomar su matrimonio. Su vida artística y reconocimiento fue en ascenso a partir de este momento, realizando diferentes exposiciones en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, entre otros. En La columna rota (1944), representa el dolor y sufrimiento durante los meses de recuperación de su operación de espalda.
En sus últimos años, la artista mexicana llegó a estar muy deteriorada. Pero eso no le impidió seguir, incluso asistió a una exposición sobre una camilla de ambulancia. Utilizó la poesía para desahogarse, donde reflejó su angustia vital y sus ganas por suicidarse, lo que intentó más de una vez. Su última obra la tituló Viva la vida (1954). Murió ese mismo año.
Se trata de las primeras pintoras que expresan su propia identidad femenina de una manera libre, sin caer en la mirada masculina. Una mujer fuerte y combativa, que llevó a cabo una carrera artística muy ligada a su vida personal. En sus autorretratos, exageraba sus cejas y su bigote, lo que se ha convertido en un icono de la lucha feminista.